Acaba la era del móvil como teléfono. Los nuevos aparatos presentados en el Mobile World Congress ya no son artilugios para hablar. Son parte de la identidad de los nómadas digitales, aparatos de bolsillo para comunicarse a través de internet, con los amigos a golpe de un clic de pantalla táctil en las redes sociales y provistos de varias redes (wifi, 3G, bluetooth) y sistemas: voz, telefonía IP, chat, microblogging, sms, etc.
Los nuevos smartphone son centros de trabajo, información y entretenimiento donde la pantalla y sus contenidos mutan con los intereses y actividad de sus usuarios. Y con esos contenidos y sus conexiones cambia también la moderna identidad líquida, flexible y acomodaticia, de sus usuarios.
Los móviles son el eje de la sociedad de la información y los datos desplazan a los servicios de voz. Los ingresos y el tráfico de datos de las operadoras de móviles creció un 50% en 2008. Y el futuro es la hiperconexión permanente. El usuario ya no distinguirá entre el móvil encendido o apagado. A diferencia de las llamadas, el aparato que nos conecta digitalmente está siempre activo.
A través de diferentes redes, por geolocalización (GPS) y por conexión entre dispositivos crean una nueva forma de relación social sin ataduras de lugar ni restricciones de disponibilidad. Tu grado de conexión determina tu identidad y tu valor en la sociedad en red.
Y las llamadas también cambian. Nokia anuncia que sus teléfonos permitirán llamar por Skype, un servicio de telefonía por internet que permite conversaciones gratuitas entre sus usuarios o llamadas de bajo coste a otros teléfonos. Pagas la conexión, no el consumo de voz. Y Android, el teléfono de Google, incorpora todas sus posibilidades de chat y geolocalización.
Pero la gran revolución de este congreso de Barcelona es más prosaica y material: el compromiso de unificar los cargadores, esos incómodos aparatos que nos atan a la vieja sociedad industrial con sus cables y clavijas. Ya era hora, aunque habrá que esperar a 2012.
Columna para Vocento y otros medios