Thursday, February 05, 2009

Batalla entre televisiones y políticos en México

¿Imaginas un partido de Champions o la retransmisión del Open de Australia interrumpidos por seis minutos de propaganda electoral de los partidos políticos?
Cabreo monumental de la teleciudadanía contra los políticos.
Acaba de ocurrir en México. En plena crisis económica y con un presidente que utiliza el wishful thinking Zapatero (si no la nombramos no existe) las televisiones, uno de los grandes poderes gracias al duopolio Televisa/TV Azteca, desafían a los políticos en campaña electoral castigando a la audiencia con una andanada de propaganda política que no se traga ni el más militante.
Prime time. Super Bowl. Stop en mitad del juego: seis minutos continuos de anuncios políticos en un solo bloque. Intragable. Cabreo monumental. Con las teles, pero también con los políticos, culpables de toda culpa. Y no es que no se lo merezcan con el PRI (todo) en puertas de volver a arrasar tras los errores del PAN (derecha) y el PRD (centroizquierda).
Es la respuesta de las televisiones a la reforma electoral de 2007 que permite al gobierno prestar sus 48 minutos diarios, dos por hora, a disposición en cada cadena de televisión -servicio público obliga- para la propaganda electoral de los partidos.
El negocio al carajo.
No tanto. Con el duopolio nadie se atreve. Es uno de los poderes fundamentales de la república. Los imperios de Emilio Azcárraga Jean y Ricardo Salinas Pliego están a salvo. Los políticos también, pero se cuidan.
México es un país de los monopolios, me cuenta LEM: viajas en monopolios aéreos, de taxi, bajo la égida de Carlos Slim te comunicas por teléfono o internet y si enciendes la tele allí están, todopoderosos.
Los políticos son la reserva de las teles, fuerza de choque de los políticos. El PRI no sería sin Televisa y TV Azteca recibió la custodia de la vieja televisión pública para que el poder siguiese bien concentrado.
Pero la voracidad de las televisiones no tiene fin y no quieren renunciar a los dos mil millones de pesos (109 millones de euros) que los partidos gastaron en propaganda electoral en 2006. Buen bocado.
Pero en tiempos de crisis y con las finanzas temblorosas los políticos quieren lo suyo. El Estado les cede sus 48 minutos de gloria televisiva y el duopolio no traga su pérdida de ingresos. La propaganda cuesta dinero.
Todo un desafío para el Estado y la democracia.
Es el resultado de la instauración de los voraces telestados en la era de la videocracia. Cuando el maridaje entre políticos y televisiones es tan fuerte nadie se fía de nadie. Y todos quieren que los sacrificios en tiempo de crisis los haga el otro.
Insaciables.