La Iglesia se moderniza para competir con las grandes religiones y revoluciones del presente. Busca sitio en el mercado de las verdades, los códigos y las satisfacciones. Necesitada de fortaleza, autoridad y presencia se lanza sobre nuestro tiempo ampliando la lista de pecados. Viejo reflejo. Y lo hace en su versión más posmoderna, a través de los pecados sociales.
Con los nuevos pecados el catolicismo se convierte a la posmodernidad, a la vida líquida de Zygmunt Bauman siempre en busca de la identidad, y se actualiza para la guerra de culturas que hoy se vive con las diferentes ofertas, religiosas y de otros credos, que encandilan a unos y otros. La ecología como nuevo credo salvador global. La biogenética como gran revolución científica capaz de hacernos entrar en la era poshumana y antropotecnológica avizorada por el filósofo Peter Sloterdijk. Y las drogas, los paraísos artificiales sustitutivos del eterno descanso y que distraen la conciencia del hombre de la revelación de Dios.
Los nuevos pecados no sólo son sociales, apuntan a las peores amenazas contra el pensamiento universal del cristianismo y sus monopolios metafísicos.
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