Thursday, December 09, 2010

La nube nos envuelve

Google se lanza a la nube. Y se llevará a un montón de los 120 millones de personas que usan su navegador Chrome y los que a partir de 2011 usarán su sistema operativo. El navegador se personaliza para acceder a los contenidos del usuario en cualquier ordenador, móvil, tableta o televisor conectado a internet. Y lo hace a través de aplicaciones, popularizadas por los móviles y que permiten a los desarrolladores ofrecer todo tipo de contenidos y servicios con un acceso y un diseño directo y sencillo. Pensado para el toque de un dedo.

Tus contenidos te acompañan. Es la promesa del cloud computing, los datos en la nube, que destierra la pasión por el disco duro y los PC repletos de programas, datos y contenidos en propiedad para apostar por la conexión directa, rápida y sencilla a la web, donde se accede a todo a través de las cuentas de usuario.

Una vuelta al viejo concepto de los ordenadores conectados o bobos, reinventados con los móviles y las tabletas táctiles. Comunicación, contenidos y continuidad permanente para consumidores hiperconectados, en cualquier lugar y a través de cualquier dispositivo.

La propuesta fascina al hiperconsumidor y acaba con algunas frustraciones del negocio digital. La propiedad ya no es necesaria. Fin de la copia privada o de las no autorizadas por los distribuidores. Los usuarios son suscriptores o abonados –gratis o de pago- a los contenidos y servicios de las nuevas plataformas digitales, dueñas de un ecosistema de aplicaciones atractivas con un acceso de calidad y simple a cualquier producto en total ubicuidad.

El streaming de música, ebooks, noticias o vídeos se impone. Los usuarios deciden la plataforma de acceso y sus aplicaciones. Las telefónicas, redes sociales como Facebook o los fabricantes de los objetos del deseo como Apple o Google se adueñan de una internet en parcelas. Los datos del consumidor, la publicidad personalizada o el pago son su negocio. Los contenidos ya no son tuyos, ellos los manejan. Atentos a la letra pequeña de los contratos y sus servidumbres.

Columna en los diarios de Vocento