Timothy Garton Ash en The Guardian y Lluís Bassets en El País siguen la reflexión sobre la I Ciberguerra Global entre estados y empresas globales en la disputa entre Google y China. Libertades e intereses económicos se entrelazan ocultando la anterior censura de los contenidos del Gran Buscador y los intentos del Partido Comunista Chino para impulsar sus industrias digitales mientras protege su régimen totalitario.
Y la diplomacia se pone en marcha en esta guerra fría, como pedía ayer Google.
El supercapitalismo global se mezcla con política, derechos, libertades y oportunidades de los ciberciudadanos, netizens potenciados por la tecnología.
Cabe preguntarse si no estamos añadiendo a los viejos controles políticos otros de nuevo cuño, ese control 2.0 de la actividad, la comunicación y los contenidos de las personas, pero también de sus ideas y modo de vida, por las empresas que tantas oportunidades ofrecen, pero que también controlan el flujo social y de contenidos en internet.
Cuando ciudadanos de todo el mundo utilizan la Red como espacio de libertad es hora de que las empresas que ejercen el posmoderno control 2.0 de la sociedad conectada se comprometan en defensa de los usuarios y sus derechos.
¿Puede confiarse la libertad a los intereses de una multinacional?
¿Pueden los intereses económicos –en China, España o en cualquier lugar- restringir la libertad de los ciudadanos en internet?
Esa idea anima también la protesta contra la comisión Sinde para bloquear las descargas o los intentos de someter los enlaces a un sistema de pago como el que quieren imponer algunos editores.