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Cambia la forma de distribuir y comercializar los contenidos digitales. Una tendencia de la que toman nota los medios y explica la carrera por el iPad.
Por eso también las telefónicas quieren acabar con la neutralidad de la red cuando la banda ancha, fija y móvil, es el motor del crecimiento de la sociedad de la información.
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Pero además las aplicaciones sufren el control de las plataformas de distribución (Apple, BlackBerry o las tiendas de las operadoras) y el margen del precio de venta o suscripción que se quedan los distribuidores. Costes y control que se pueden evitar en plataformas abiertas como Android, pero por ahora menos utilizadas.
Los contenidos de los medios otra vez en manos de los distribuidores cuando durante muchos años se ha luchado por controlar el canal de distribución.
Hoy los editores se quejan del dominio digital de Google y posiblemente en un futuro próximo oiremos cómo se lamentan de la tiranía de la comercialización de Apple, Amazon y otros grandes de la comercialización digital y la movilidad, como se duelen ya las discográficas o los editores de libros.
Para los anunciantes la visión es distinta y confían en mejorar la efectividad de la publicidad digital, aunque sea a cambio de subir el precio.
Las aplicaciones suelen garantizar un impacto más personalizado y sin competencia de otros anuncios. Pero falta ver cómo se compaginan las aplicaciones de pago con la publicidad, una fórmula a menudo rechazada por el público, que sólo quiere pagar por contenidos sin publicidad.
Por eso muchos anunciantes se han lanzado a crear y distribuir sus propias aplicaciones con servicios premium, ecommerce y otros, como ya se ha hecho en las redes sociales.
El mercado es todavía pequeño, pero se acerca una nueva revolución del negocio digital.