La Política 3.0 transforma la mayor democracia del mundo
Estados Unidos vota hoy un nuevo Congreso, Senado y varias iniciativas legislativas. Y son las elecciones de la Política 3.0, la ciberpolítica P2P, impregnadas de rasgos de la democracia extrema, una socialización de la democracia como hacía tiempo que no se experimentaba.
Una gran parte del país y sus ciudadanos están movilizados para impulsar el voto de los demás y para vigilar un proceso electoral del que desconfían.
La tecnología y la socialización de la política y la información (como bien anunció John Dewey) juegan un papel fundamental y exceden los tradicionales objetivos de las campañas: recaudar fondos y votos.
Las campañas las hacen los políticos, pero también sus seguidores, como bien explotó Howard Dean, el pionero de la política en red, ahora presidente del Partido Demócrata.
Muchas cosas han sido distintas en esta campaña y muchas son distintas hoy, Election Day.
Algunos rasgos:
Los blogs son ya una fuerza en la política norteamericana. Determinan a los políticos más que a los ciudadanos, pero forman una maquinaría de debate, activismo y propaganda que democratiza y rompe la estructura interna de los partidos.
Sin su apoyo no se puede ser candidato.
Los móviles, el mejor instrumento de movilización. Todo el mundo lleva móvil. Nada más inmediato y personal. Quizá no leas blogs, pocos periódicos y casi no veas la tele. Pero estas apegado a la pantalla enana. Un SMS es un arma casi imparable y muy difícil de bloquear. Sólo se puede contraatacar. Por eso la llamada a la votación y la movilización por teléfonos móviles (Call for Change, MoveOn, republicanos) continúa siendo un arma impecable de la política 3.0 en países democráticos o en los totalitarios.
Las redes sociales se politizan. Los políticos se han lanzado a mostrar su cara más humana en las redes sociales como MySpace o Facebook. Son una forma práctica de llegar a los votantes más jóvenes y de conseguir atención en internet.
Los partidos como redes sociales. Échale un vistazo a MyGOP (republicanos) o a PartyBuilder (demócratas). Son auténticos sitios de redes sociales en las que los militantes y simpatizantes pueden relacionarse con otros y compartir blogs, fotos, ideas, campañas, crear grupos y hasta herramientas de recaudación de fondos.
Los partidos se abren y socializan. Los políticos profesionales y sus aparatos enganchan a los ciudadanos por lo personal y la comunidad.
El vídeo y la propaganda viral audiovisual. La política ya se televisa en la Red. Quizá no sea la revolución soñada por algunos, pero desde luego es una forma de personalización y democratización de la televisión. El audiovisual, con su terrible poder, deja de ser una franquicia de los titulares de las licencias televisivas o de las grandes televisiones, epítome de los Big Media.
Ahora la gente y los propios partidos pueden manejar la imagen sin cortapisas, sin filtros, sin control político.
Manipulación propagandística de Google. Con tanta gente usando la tecnología política, en especial internet, Google es un objetivo. Las campañas de bombardeo ya eran habituales (como también lo son en España, reconocen los responsables del buscador), pero en estas elecciones se han convertido en expresas y desafiantes.
Imágenes para vigilar los comicios. Vídeos y fotos tomadas por los ciudadanos son el mayor despliegue de reporteros jamás visto. Vigilan innumerables mesas y vigilan la limpieza y problemas del voto como nunca soñó ninguna delegación de observadores electorales. Y si no tenías cámara a mano, siempre puedes denunciar los problemas escribiéndolos en internet.
Ruptura de las reglas informales y formales. La irrupción de los ciudadanos en el proceso político ha roto todas las formalidades. Tanto las legales como las pactadas entre políticos. Y, por supuesto, las de los medios. La persecución por los datos de los sondeos será hoy el último ejemplo (todos los sondeos).
La democracia es más directa con la participación social y de los políticos en internet. Es el momento de repensar las reglas y de no apegarse a una democracia cerrada y sin evolución.
Ganamos información, libertad y participación. Necesitamos adaptar las reglas a una democracia más agitada, más abierta y participativa, pero también fácilmente violable y manipulable.
Repensar la democracia, no sólo la ciberdemocracia, es una tarea urgente.
(Y todo esto, por supuesto, combina con la política espectáculo y la fortaleza de la televisión convencional. 59 segundos y similares tienen todavía mucha vida)