A los parlamentarios europeos no les interesa una red social para relacionarse y discutir sus propuestas. Sólo tres eurodiputados se registraron en MyParl.eu de los 785 de la Cámara, la red social para lanzada en junio pasado y que se acaba de cerrar antes incluso de ser presentada. Un correo electrónico avisó a los coordinadores nacionales designados por la empresa Mostra de la cancelación del contrato para lanzar una red social sin participación de los ciudadanos europeos. Ahí estaba su principal pecado: ampliaba el déficit democrático de las instituciones europeas y sólo conectaba a cargos políticos que ya tienen a su disposición una gran infraestructura. Los ciudadanos podían ver, pero no participar. Un remedo virtual de la realidad política europea. En MyParl sólo los artículos y estudios publicados por varios animadores nacionales tuvieron una exigua vida.
Es el primer gran fiasco del Europarlamento 2.0. El segundo seguramente será Europarltv, la televisión lanzada en septiembre pasado para poner imagen a los eurodiputados, cansados de lo poco que salen en los telediarios.
MyParl costaba cuatro millones de euros, otros nueve son para la televisión en Internet, controlada por el español Alejo Vidal-Quadras. Ninguno ha conseguido en este escaso tiempo los objetivos esperados. Y desde luego existen tecnologías más baratas y eficientes para poner el Parlamento Europeo a un clic.
Los ciudadanos europeos sienten lejanía respecto de sus políticos, como se comprueba en cada elección. Y ellos hacen todo lo que pueden por seguir así. Las iniciativas 2.0 del Europarlamento han caído en todos los errores de los que se acusa a la burocracia europea: falta de participación ciudadana, exceso de propaganda, política burocrática, oscurantismo y corrupción en concesiones que siempre acaban en la maraña de empresas montadas alrededor de las instituciones europeas, como es el caso de las implicadas en estos proyectos (Euractiv, Mostra y Twofour).
La ciberdemocracia no acepta barreras. Y Europa las sigue poniendo. Las instituciones crean herramientas y espacios ajenos a los ciudadanos. La videocracia y la propaganda ahondan el fuerte déficit de información. Deberían aprender de la campaña de Barack Obama y de su decisión de crear plataformas para la participación de los usuarios aún a riesgo de perder control. Porque el control, en la democracia y en la web social, debe ser de los ciudadanos, no de los políticos.
¿De quién son los contenidos y a quién pertenece el trabajo de los parlamentarios? Ninguno de los dos proyectos tiene sus contenidos liberados para el dominio público. Los políticos restringen el derecho de los ciudadanos a acceder a su labor y reducen la interactividad y participación. Pero los ciberciudadanos ya no aceptan barreras.
Columna en Público