Una sedición ha explotado en Internet contra una 'ley de economía insostenible' en el mundo digital. Los ciudadanos se revuelven cansados de la letanía de artistas, productoras, discográficas. y se lanza un manifiesto En defensa de los derechos fundamentales en Internet. El Gobierno anuncia un plan para convertir el Ministerio de Cultura en un guardián de la propiedad con capacidad de censurar enlaces -la base de la arquitectura de la Red- sin intervención judicial, y a los ciudadanos ya no les da el cuajo para aguantar tanta monserga cuando todo acaba en su bolsillo.
Lloran autores, productores y discográficas por un negocio obsoleto. Gritan como nunca lo han hecho para crear nuevos negocios, más acceso digital a las obras culturales y de entretenimiento. Siempre pendientes de la subvención. Piden leyes para proteger no la cultura ni sus creaciones, sino una in dustria obligada como tantas otras a reestructurarse, a buscar otra rentabilización y a desarrollar los canales que funcionan, de los conciertos al vídeo bajo demanda.
Cultura aprovecha el espaldarazo europeo a la vigilancia de Internet para ser juez y parte. Creará un Comité de Propiedad Intelectual para vigilar, identificar a quienes enlacen sin contrato y desconectarlos. La ministra promete no perseguir a los usuarios, sino a quienes se lucran con contenido ajeno. Pero para eso ya estaba la ley, que no ve delito en el intercambio de archivos si no es con ánimo de lucro. Asoma el temor a nuevos contratos y pagos para enlazar contenidos sujetos a derechos de autor, como exhorta la nueva ley.
Los derechos fundamentales de todos en colisión con los derechos económicos de unos pocos. Muchos se quejan del celo de Cultura por la defensa del negocio de la música y el cine, y su poco esfuerzo para aumentar los contenidos de dominio público o pagados con dinero de los impuestos, del gasto en una radiotelevisión pública elefantiásica y de la penuria de las bibliotecas digitales, fondos y museos en red. La cibersedición vuelve como lo hizo contra el canon digital con el que pagamos la copia privada.
Mi columna de hoy en los diarios de Vocento