Los políticos enferman, como todo el mundo. Pero el anuncio de sus dolencias tiene una inevitable dimensión pública. A veces porque disminuye la capacidad para cumplir sus funciones. Otras por la utilización como arma electoral a favor o en contra. Porque dispara la simpatía y sirve para llamar la atención sobre las enfermedades y sus afectados. Pero también tiene una dimensión privada, íntima, del enfermo y su familia, que los medios deben respetar.
Esa intimidad ha sido invadida por El Mundo en su portada de hoy con una foto robada de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, a la salida de su operación de cáncer de mama. Cuando sólo es una paciente.
El gobierno madrileño ha expresado su protesta en Twitter y con un comunicado (pdf) por la publicación de una imagen no autorizada por la paciente ni su familia
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