Al frustrado Consejo Estatal de Medios Audiovisuales (CEMA) no le iban a faltar tareas en la era de la convergencia, cuando el audiovisual llena todas las pantallas, coloniza internet y los móviles y acapara el consumo de los espectadores y la publicidad. Pero nació maldito, mal definido con una Ley Audiovisual impropia de la era digital, y seguirá penando antes de nacer.
El miedo a otra disputa con la oposición por la televisión, uno de los principales elementos de poder en plena etapa preelectoral. La hipersensibilidad de algunos ministros y asesores a los columnistas airados, denunciantes del CEMA como un órgano censor de contenidos e ignorantes de que la mayoría de su responsabilidad regulatoria es técnica, de competencia y transparencia del mercado. Y la indecisión sobre qué hacer con la Subdirección General de Medios Audiovisuales del Ministerio de Industria son algunas de las causas de la renuncia a modificar una Ley Audiovisual aprobada sin un plan claro para la televisión del futuro.
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