La música digital ya es el 29% del mercado, 4.600 millones de dólares (3.390 mill. de euros) en 2010, con un crecimiento del 1.000% desde 2003 frente a una caída del mercado discográfico del 31%. Los datos del último informe de la International Federation of the Phonographic Industry (IFPI) entonan la balada amarga contra las descargas pero sostiene el ritmo para acompasar la industria al mercado digital.
España vuelve a ser una de las víctimas de la pérdida de valor de la música. El mercado cayó un 22% en 2010 con un 45% de los internautas bajando descargas no autorizadas. Si la cifra se confirma, el deterioro habrá sido más agudo en el último semestre del año. En los primeros seis meses, el mercado sólo había caído un 12,3% sobre 2009, con un crecimiento del 29,5% de la música digital hasta alcanzar el 26% del mercado total, según datos de Promusicae.
La industria insiste en la erosión provocada por las descargas y anima a los gobiernos, entre ellos al español, acusado de lento, a tomar más medidas para proteger la industria musical.
Pero el tono crítico y reivindicativo de anteriores informes cambia. La industria empieza a estar convencida de la necesidad de los nuevos modelos de negocio, a pesar de que mantiene licencias todavía demasiado onerosas y poco flexibles que limitan sus posibilidades.
El streaming ya es el segundo ingreso de las discográficas tras iTunes, que ha vendido 10.000 millones de canciones desde su lanzamiento. La música accesible en cualquier dispositivo y financiada con publicidad o de pago por suscripción se impone como nuevo negocio a los tones para móviles.
Spotify es la segunda fuente de ingresos de las discográficas en Europa, donde la música digital creció un 20% el año pasado. Con más de diez millones de usuarios, 750.000 de ellos de pago, lidera el negocio del streaming de música seguido de Vodafone Music, con 600.000 usuarios (300.000 en España) o Deezer, con el 13% de los internautas como oyentes.
La IFPI apuesta por la colaboración con las grandes operadoras de telecomunicaciones. Sus cálculos son de un mercado de 80 millones de euros en Europa si se llega a un acuerdo para ampliar el streaming de música en los teléfonos móviles, el dispositivo preferido para las suscripciones.
El otro gran mercado en crecimiento son los vídeos en internet. Los vídeos musicales se ven en YouTube y Vevo -iniciativa de las grandes discográficas- cuando la MTV y los canales musicales de televisión se han convertido a la telerrealidad.
Al mercado digital le queda mucho por crecer. Con 13 millones de canciones licenciadas en 400 servicios, quejarse de las descargas es menos efectivo que desarrollar nuevos negocios para hacer la música personal y responder a la ubicuidad, la movilidad, la demanda instantánea y el acceso total demandado por los consumidores a un precio ajustado.
Con tanta música para escuchar, cada vez menos consumidores quieren pagar por toda. A no ser que tengan acceso ilimitado por suscripción. Sustituyen la radio y otras formas de consumo gratuito por las descargas, para pagar sólo por lo que les interesa realmente: su música favorita y los conciertos.
Ese cambio en el consumo utilizando como filtro al P2P tiene la desventaja de erosionar un mercado artificialmente hinchado por las discográficas (en precios y en lanzamientos) y puesto en cuestión por el filtro de las descargas.
Pero cuando la propuesta de valor es justa, el consumo crece. Por eso lo hace el streaming de pago o los nuevos álbumes digitales con valor añadido, cuyas ventas han crecido un 43% en Francia, un 29% en Gran Bretaña o un 13% en Estados Unidos.
En Gran Bretaña en 2010 se vendieron más canciones digitales que nunca: 161,8 millones, según datos de la industria.
El gran lamento de la industria en su informe de este año es el daño de la piratería a los nuevos músicos y autores. Las discográficas proclaman que invierten un 16% de sus ingresos en promover nuevos artistas y pese a ello los lanzamientos de debutantes sólo consiguieron una cuarta parte de presencia el el top 50 comparado con 2003. En España ningún artista nuevo ha logrado colocar su álbum en el top 50.
Pero quizá la propia industria tenga algo más que explicar en ese fenómeno. Contrasta por ejemplo con el mercado británico, donde nuevos artistas como Florence&The Machine o Mumford&Sons entraron en el top 10.
Daniel Ek, fundador de Spotify, ha afirmado que el 70% del catálogo del servicio de streaming está activo y se escucha en un año, mientras muchos sellos tienen esa cifra o más de sus fondos parados y sin ventas en ese mismo tiempo.
La música necesita más protección legal contra las descargas no autorizadas. Pero también avanzar en nuevos modelos de negocio donde irremediablemente el valor de su producto es menor. Es el resultado de que cada vez hay más música, más autores, más intérpretes, más lanzamientos. Ante semejante saturación el mercado necesariamente debe bajar los precios, del producto final, de las licencias, de los conciertos.
Y respetar los derechos de los consumidores con música sin DRM que permita la copia privada en los diferentes dispositivos de sus clientes. De lo contrario muchos seguirán prefiriendo las descargas y copiarlas, con autorización o sin ella.
La nueva música necesita sobre todo exposición. Entre sus problemas los menores no son la redundancia de la mayoría de las radios y la falta de oferta de música en medios como la televisión.
Sin MySpace, YouTube o las redes sociales y las propias descargas muchos músicos no llegarían nunca a los oídos de su público.
El mercado cambia, pero la música como servicio, en la nube y el streaming, por suscripción, en vídeo y en directo son alternativas todavía con mucho recorrido.