El hiperconsumo alcanza su culmen en el P2P y la gratuidad. La industria del entretenimiento se queja de las descargas, pero recibe lo que ha creado. En la economía de la abundancia, con más música, libros, películas, etc. de lo que se puede consumir, la cultura participativa y la tecnología han inventado una herramienta para hacer accesibles los contenidos, seleccionarlos y compartirlos.
¡Menos mal que existe el P2P! La sociedad de consumo debe consumir a toda velocidad. Para ser uno mismo y para coincidir con otros, como explicó Zygmunt Bauman. El ansia por eso que llaman cultura y deberían llamar entretenimiento aprieta: hay tanta producción que no damos abasto. Consumir es "parirse a uno mismo con placer y no con dolor", palabras de Gilles Lipovetsky. Pero llegó el P2P, la forma más eficiente y barata –casi gratis- de compartir obras e ideas.
De cultura de masas a comunidad de intereses. Placer sin límite con filtro humano colectivo: criterio y derechos del consumidor contra el capitalismo de la abundancia. Esa es la amenaza del P2P. Unido a la web 2.0 perfecciona la distribución y anula al mediador: terror en la industria. Las descargas no son el problema de los autores. Son el de la industria porque la tecnología y la distribución social la obligan a cambiar. La distribución compartida esquiva el mando de quienes someten a los autores con contratos leoninos basados en la misma propiedad intelectual con la que cargan contra los fans, los que no paran de gastar en suscripciones, compras, conciertos, impuestos, merchandising, etc. de lo que les gusta.
Pero ni a ciegas ni varias veces (pay per view, DVD o CD, publicidad…). Alto. Cuando los contenidos saturan, televisión, radio, DVD, ordenadores, móviles, etc., las obras son simples cosas. Sólo ambiente, como explicó Adorno al señalar que una obra de arte es su primera copia. Ahora esas copias pueden ser gratis o mucho más baratas. De la copia vive el copiador y distribuidor. Pero el bien cultural es la obra, no el distribuidor. Contra ese control en precio, tiempos u criterio de la cultura de masas se rebela el P2P y la cultura libre.
El P2P clasifica el contenido en dos tipos: el sólo gratis y el valioso, los que reclaman difusión viral y son pegajosos (Jenkins, Gladwell). El criterio vuelve al consumidor. Decide qué merece la pena pagar y qué no. Ese es el pacto a reconstruir entre autores y público. Con la tecnología y la economía de la afectividad entre unos y otros está el nuevo negocio y el futuro de la cultura.
Columna en Público