Lucha contra los estereotipos discriminatorios. Nada de las mujeres son así, cosas de maricones, reírse de los gorditos, con negros y gitanos ya se sabe, y toda la sarta de topicazos abundantes aún en los medios de comunicación y que en algunas columnas y tertulias se celebran con admiración cerril por los bravucones. El Gobierno impulsa una ley de igualdad de trato y no discriminación cuyos efectos se notarán en los medios e internet.
El estereotipo es la mayor pereza intelectual. La peor cobardía política. La más esperpéntica expresión del conservadurismo rancio, ese que no quiere que nada cambie y se parapeta en la historia y la tradición para no agitar las neuronas ni la inteligencia, mucho menos la simpatía y la comprensión. En periodismo, es el peor mal. Lo decía hace ya muchos años Walter Lippmann, uno de los grandes columnistas norteamericanos y coinventor del periodismo moderno. Es “un obstáculo para el completo reconocimiento de nuestra común humanidad”, y recordaba su poder como fuerza conservadora al “poner el estereotipo en el centro de la tradición y defender nuestra posición en la sociedad”.
la ley no prohíbe hablar ni llamar a las cosas por su nombre. Ni la lengua, ni el pensamiento, ni la libertad de expresión pueden ser limitados. Pero no tolera la humillación.
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