¡El dinero de los libros es nuestro! Es el grito de los escritores en todo el mundo. ¡Rebelión contra los editores y su control del negocio editorial!
Un buen editor es una joya. Uno malo, un necio. Para el autor y los lectores. Pero el negocio aprieta y ahora que el coste de las copias y la distribución baja, los autores quieren más cacho. De lo contrario, autoedición.
Batalla por el beneficio de la letra escrita.
Los autores catalanes avisan: ¡cuidado con los contratos de los ebooks! Reclaman al menos un 20% del precio de venta al público frente a la oferta mucho menor sobre el beneficio neto que los editores quieren implantar por la presión por los precios bajos de las librerías digitales.
Los escritores británicos se rebelan y piden al menos la mitad de los derechos de cada libro digital vendido, como ha conseguido Ian McEwan al firmar un acuerdo exclusivo con Amazon.
Se la juegan: ingresos del 10% o menos del precio de los libros frente a la mitad o más de las ventas de ebooks.
Eso sí: o los libros digitales son baratos (o gratis) o no se compran. Amazon pugna por mantener los precios por debajo de los nueve dólares. Para conseguirlo ofrece un contrato preferente a autores y editores: 6,25 dólares de derechos para ellos, el 70% del precio del ebook.
Con el ebook se acabaron las fronteras y los límites de los escaparates de las librerías. Cualquier libro -siempre que los editores los publiquen, lo que no hacen por ahora en España- desde cualquier lugar, accesible a unos cuantos clics. Las grandes librerías como Amazon y Barnes&Noble pelean por los lectores con sus propios ereaders: Kindle o Nook. Y dentro de nada se suma Apple con una nueva tablet digital, además de concentrar ya bastantes lectores en su iPhone.
Y tratándose de libros, la batalla está también en los diarios. En El País el alegato de Javier Calvo en defensa de la autoedición fue contestado por Luisgé Martín con su manifiesto a favor de los buenos editores.
¿Y los lectores?
Por ahora, agobiados por la falta de estándares, la confusión de soportes, las restricciones de propiedad intelectual y las incógnitas para gastarse un dinerillo en un aparato de escasa versatilidad y cuya utilidad depende de los intereses de los editores y su voluntad de ampliar catálogo.
Muchos lectores asisten atónitos a la pugna económica mientras casi nadie defiende los derechos de los consumidores y el Ministerio de Cultura se dedica a promover la venta de libros comerciales desde la Biblioteca Nacional y a perseguir las descargas de música y cine mientras el retraso español en publicación digital, de libros con derechos y también de obras huérfanas o de dominio público, es clamoroso.
¿Alguien defiende al lector?