Mentiras y daños colaterales
Cuando todo puede ir mal, va a peor. La muerte del científico David Kelly ha puesto en entredicho la posición y el comportamiento del gobierno británico y la BBC. Cuando Tony Blair justificaba el ataque a Sadam Hussein nunca pensó que librar al mundo de un dictador podría estar a punto de costarle su puesto de primer ministro británico. La BBC y el gobierno se han enzarzado en la peor pelea de su historia y muchos han acusado a la cadena pública de tener una agenda antigubernamental y en contra de la guerra de Irak.
La radiotelevisión británica defiende su imparcialidad, independencia y su voluntad de hacer información veraz y libre.
Blair mintió, lo hizo también Alistair Campbell, su jefe de prensa y uno de los más conocidos y denostados manipuladores que se recuerdan. La BBC lo descubrió, pero Andrew Gilligan, el periodista que lo reveló, también exageró y no se ajustó con la mayor precisión a lo que sabía.
David Kelly está muerto. La verdad también. La credibilidad en entredicho.
La BBC ha llegado a las cotas de reputación y difusión más altas de su historia con la guerra de Irak. Su posición independiente del gobierno británico le llevó a convertirse en una de las televisiones y webs más apreciadas por los norteamericanos y por muchos ciudadanos de todo el mundo que acudieron a ella en busca de información independiente.
Unos días antes de la muerte de Kelly, agobiado por la presión de haber sido entregado al parlamento y a la opinión pública como culpable de las filtraciones, la BBC rechazó un acuerdo con el gobierno, según informa The Guardian. La corporación no estaba dispuesta a ceder en su pugna con el ejecutivo.
Una investigación encabezada por un juez independiente se encargará ahora de investigar los hechos después de que la BBC haya reconocido que Kelly era la principal fuente de sus informaciones. En ese comunicado, el director de BBC News, Richard Sambrook niega las acusaciones de que el experto en defensa de la BBC, Andrew Gilligan, hubiera exagerado las afirmaciones de Kelly. Pero la información de Gilligan está en entredicho porque aludió a su fuente como miembro de los servicios de inteligencia, lo que no era. Durante toda la batalla, la BBC ha defendido la existencia de más fuentes, lo que ahora también está en cuestión.
La BBC mantiene que ha protegido la confidencialidad de sus fuentes y que fue precisa con las revelaciones de Kelly. El científico se había quejado en la comisión parlamentaria ante la que compareció de que sus palabras no habían sido correctamente reflejadas.
Andrew Gilligan también emitió ayer un comunicado para reafirmar que no malinterpretó ni exageró las revelaciones de Kelly, que también las repitió a otra periodista de la cadena británica, y que nunca identificó al científico como miembro de los servicios de inteligencia, sino como una de las personas de la Administración que prepararon los informes falsos sobre las armas de destrucción masiva iraquíes.
The Guardian denuncia que no fue un soplo de la BBC, sino el Gobierno quien puso a los periódicos tras la pista de Kelly, que se suicidó al no poder soportar la presión.
En resumen:
El gobierno británico ya había decidido atacar a Sadam antes de tener los informes de inteligencia sobre las armas de destrucción masiva.
El jefe de comunicación de Blair, Alistair Campbell, maquilló los informes para hacerlos más preocupantes y justificar la operación bélica.
La BBC lo denunció a finales de mayo.
El 19 de junio, el periodista repite sus acusaciones ante un comité parlamentario, en especial la afirmación de que Sadam podía disparar misiles en 45 minutos, afirmación que el presidente norteamericano George Bush, citando la inteligencia británica, había usado para justificar el ataque.
Campbell niega la manipulación de los informes y acusa a la BBC. Exige una rectificación que la corporación se niega a hacer.
Blair respalda a su jefe de comunicación y asegura que todo lo dicho contra Irak era cierto y el peligro inminente, real.
La BBC resiste las presiones, respalda a su periodista y se niega a revelar las fuentes al tiempo que insiste en la veracidad de sus noticias.
El Ministro de Defensa británico reconoce que uno de sus subordinados lo informó de sus conversaciones con la BBC.
El 15 de julio, Kelly declara ante el comité parlamentario, reconoce haber hablado con Gilligan pero afirma que no es la fuente directa.
Dos días después, el periodista declara ante el comité y se niega a revelar sus fuentes.
Ese mismo día, el jueves pasado, Kelly abandona su casa para dar un paseo. Alarmados por su tardanza, la familia denuncia la desaparición. Al día siguiente su cuerpo aparece con las venas cortadas e indicios de suicidio.
Blair acaba de dejar Estados Unidos, donde ha sido aclamado en una reunión conjunta del Congreso y el Senado. Viaja hacia Japón y se entera en el avión de la muerte del científico. A su llegada a Tokio, su semblante está demudado.
Domingo, 20 de julio. Una declaración oficial de la BBC respalda su trabajo y su comportamiento en toda la trama, su decisión de no revelar las fuentes de la información y su precisión.
La BBC no cumplió todos sus estándares en el reporteo de la información. Emitió las revelaciones porque tenía serios indicios de su veracidad y su relevancia era importante. ¿Se dejó llevar además por las ansias de éxito? ¿Por ofrecer información más impactante que los demás?
¿Es ese el papel de la cadena pública o debería primar el máximo de precisión y contraste?
La Columbia Journalist Review se pregunta en su último número sobre la objetividad y sobre qué se debe hacer cuando se sabe que lo que están diciendo los gobiernos y representantes públicos, que manejan la información, están mintiendo o proporcionando información sesgada.
¿Tiene la BBC inclinaciones antiblairistas? ¿Ha criticado en exceso el papel de Gran Bretaña en la guerra contra Sadam? ¿O ha intentado buscar la verdad y ofrecerla a los ciudadanos?
El debate es más oportuno que nunca.
The Guardian | John Tusa | No ataquéis a la BBC :: Un ex director de la cadena defiende su independencia por encima de los "sentimientos heridos" de los políticos