Telma Ortiz pide medidas cautelares para proteger su intimidad del acoso de los medios del corazón tripero. Demasiado tarde. Demasiado indiscriminada su demanda. Demasiado abusiva por intentar imponer unas medidas cautelares que rozan la censura previa.
Telma Ortiz está en el objetivo de los medios por ser la hermana de la princesa Letizia Ortiz. Y porque ella misma alimentó ese interés al principio de la publicación del compromiso de la ex presentadora de televisión con el príncipe Felipe.
Que la invasión y la voracidad de algunos medios es insoportable e injustificable está claro. Pero a pesar de la irrenunciabilidad del derecho a la intimidad, salir del foco de los medios es difícil cuando se ha consentido estar frente al objetivo y cuando se está ligado a una institución como la monarquía.
Es lo que han alegado las defensas de los medios demandados. Entre ellos, medios públicos TVE y las autonómicas Canal Sur, Telemadrid o Canal 9 que en algún momento deberían plantearse si sus programas de famoseo enriquecen el servicio público.
Telma Ortiz no es la Pantoja y su cinismo. Tiene razón cuando quiere proteger y rescatar su intimidad y ningún pacto anterior le arrebata su derecho a su vida privada. Ella y los medios se han lucrado de ese consentimiento. Revocado el acuerdo, acabado el negocio.
Poco interés público hay en los ejemplos de algunos titulares convertidos en prueba como Telma en moto por Madrid o Telma se coloca las gafas de sol.
Pero una demanda más específica hubiera sido más justa y útil.
No se puede invadir indiscriminadamente la intimidad de nadie, ni se puede proteger abusivamente un derecho hasta la censura. Ahora sí, todo el mundo tiene "derecho a ser dejado en paz", aunque ese personaje nos haya aburrido hasta la exasperación con un famoseo consentido.