"A mí me divierten mucho las caricaturas y las propias son las que más me divierten". Cristina Kirchner, presidenta de Argentina, antes de cargar contra una caricatura de Clarín a la que acusó de "mensaje cuasimafioso".
Lo dice la presidenta peronista. Evita rediviva. La mujer a la que la jefa de las Madres de la Plaza de Mayo entregó un pañuelo para que apretara contra su corazón ante las masas peronistas. Enfervecidas en su apoyo al gobierno contra el campo rebelado.
Su marido y ex presidente, Néstor Kirchner, a un lado, como en el dibujo. Estampa de la dinastía peronista.
Así acabó el enfrentamiento entre el gobierno argentino y los productores agrarios en un conflicto que ha sacudido todo el país, ha apretado los puños del kirchnerismo y ha distanciado ciudades y campo.
Y, sobre todo, destapado una guerra entre centralismo y federalismo. La batalla entre un poder central devorador y unas provincias acogotadas por el dinero estatal y ambicionadas por sus propios caudillos.
Víctima y victimario: la prensa.
"¿Qué me quieren decir, qué es lo que no puedo hablar, qué es lo que no puedo contarle al pueblo argentino?", gritó Cristina K enfadada con la viñeta de Sábat.
¿O quería decir que no quiere oír más que su voz?
La voz de las masas desde los púlpitos vibrantes del peronismo contra los medios. Muchos de ellos críticos de un gobierno autoritario, demagogo y clientelar.
Los regímenes autoritarios siempre han invocado la voz del pueblo y de sus divinos representantes contra los disensos. Proclamas contra diálogo y discusión.
Cristina fue ayer más Evita que nunca con una melodramática queja de machismo -recordaba el llanto de Hillary Clinton- y el pañuelo de las Madres de Mayo apretado contra su corazón enquistado.
Los Kirchner han apretado durante años la mordaza. Pero el campo se rebeló esta vez. Y con él las voces de muchos. También de los medios, incluso de algunos cercanos o acomodados a las bonanzas.
En este país de abundancia donde tanta hambre se ha pasado a veces -la última, tras el corralito y la crisis de 2001- el vacío por el bloqueo agrario cerraba supermercados y carnicerías sin bifes, podridos en las cunetas.
Roto el silencio toda Argentina murmuraba contra el despotismo clientelar y la violencia de los matones peronistas. Los argentinos y los medios, airados contra el rodillo kirchneriano.
Esa mordaza de Sábat no calla a la presidenta, pero anima críticas.
Es el papel de la prensa. Muchas veces silenciada con mordazas atadas por ella misma.