Encender el ordenador. Conectarse a Internet y escuchar música. Es cómodo, rápido, sencillo, barato y, a veces, gratis. Y no sólo cuando se piratea. Muchos internautas llegan a la música a través de radios on-line, descargas y, cada vez más, de redes como MySpace o YouTube. Otros, a través de netlabels (sellos en la Red) o podcast. Y algunos compran música en las tiendas on-line. Pero no suficientes, para queja de las discográficas. España es uno de los países donde más música y películas se bajan de Internet. Descargas que la industria llama “ilegales” y que la legislación española y europea no consideran delito si es copia privada y no hay ánimo de lucro. El último informe de la Comisión Europea sobre el proyecto Europa i2010 cuantifica en un 22% a los españoles que escuchan música en Internet y algunas voces críticas habituales vuelven a aullar.
¿Está la música muerta o será más bien el cadáver cierto negocio que ha abusado de todos y no aguanta más?
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Y en El País Diego Manrique canta la desaparición de las pequeñas tiendas donde aprendimos a amar la música