A los editores latinoamericanos, lo que más les preocupa es la falta de librerías, la piratería y el fomento de la lectura, según lo dicho en el Encuentro de la Edición celebrado en Santander, o al menos de la interpretación que de la reunión hace El País, fusil del Grupo Santillana. Sólo en tercer lugar surge la desaparición del lector en un territorio asolado por la pobreza material y cultural.
A los editores latinoamericanos, capitaneados por los editores españoles, líderes de la edición en Latinoamérica, les preocupa más la caída de ventas que la desaparición del lector. La mengua de beneficios que la influencia de las sectas y sus libros sagrados de mentira y fanatismo. El ritmo de edición frente al entierro de los libros verdaderos entre el marasmo de best sellers.
Otra vez la piratería como fuente de todos los males. ¿Es que esperan que los pobres gasten más plata en libros?
Países como Uruguay, Argentina o Colombia fueron en otra época islas de lectura pobladas por lectores apasionados y ansiosos, atentos a las novedades y los lanzamientosde los mandarines.
Hoy el precio de los libros y los salarios de mierda no dan para más.
En Montevideo, Avenida 18 de julio, hay dos de las grandes librerías de la ciudad. Hace años estaban plagadas de tapa dura y carteles. Hoy los carteles son viejos y los libros de segunda mano, la mercancía.
Buenos Aires. Puerto Madero. Restaurantes de lujo. Ni una sola librería. A San Telmo el domingo a por libros de viejo y ejemplares releídos.
¿Es que ya no hay editores que quieran lectores?
¿Es que autores y editores sólo piensan ya en el dinero?
A nadie se debe acusar por defender su negocio y su hacienda, pero invertir en futuro obliga a renunciar a ciertos márgenes, a ciertos lujos, a ciertas pretensiones.
De los editores españoles mejor no hablar. Para ellos Latinoamérica es sólo un mercado más.
En la era del contenido abierto, cuando más gente que nunca intenta ser oída y compartir pensamientos y emociones, a los editores (a ciertos editores) sólo se les ocurre quejarse de la piratería. Gracias a ella seguirá habiendo lectores entre las barracas y el fango.
En el fondo del debate, tres peticiones en voz baja: apoyo a los editores independientes frente a la concentración, precio único y fomento de la educación y el libro.
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