Thursday, March 18, 2004

La medida de la calidad


El debate sobre la medida de la calidad reaparece cada cierto tiempo en el periodismo, sobre todo en tiempos de crisis. ¿Puede ser medida la calidad periodística? La simple pregunta eriza las redacciones.
Jim Chisholm, consultor de la World Association of Newspapers, defiende que sí. Yo también.
La calidad puede y debe ser medida, y además mediante diferentes métodos y enfoques.
Los periodistas no suelen entender que medir la calidad es imprescindible para convencer a los editores y ejecutivos de que inviertan en ella.
Negar la posibilidad de medir el trabajo periodístico ha sido siempre la gran salvaguarda contra el ataque del capital y los gestores. No ha servido de nada, está claro. En los medios mandan hoy los MBA y la falta de medición de la calidad periodística es la excusa para no invertir en ella.
Impera el escepticismo sobre la capacidad de la información para atraer audiencia y negocio en una industria madura y muy competitiva donde predominan márgenes de beneficios habituales (siempre por encima de los dos dígitos) que en otros sectores serían récords.
Debe medirse la calidad para mejorar la información y reclamar la inversión necesaria.

Chisholm propone un método muy cuantitativo y basado en cuatro conceptos: efectividad, eficiencia, economía y calidad editorial. Sirven más bien para medir la productividad y la adecuación de los contenidos a los intereses de los lectores y sus resultados son muy interesantes cuando se ponen en práctica.
Pero hay otros métodos. Uno de los clásicos es el de Robert H. Giles, más enfocado a determinar la calidad de los contenidos.
Otros prefieren los paneles constantes de lectores. Un método que necesita de un gran liderazgo y de una fuerte intención de aplicar las conclusiones. De lo contrario llega a ser frustrante y, sobre todo, inútil.
Personalmente defiendo la diferenciación entre el desempeño de las tareas informativas, la eficiencia profesional, y la medida de la información, que a su vez debe dividirse al menos en elementos de calidad y de interés.
En la industria de los medios no es posible ya vivir de la intuición y el olfato, a su amparo se han aprovechado muchos y los editores ha llevado a un descreimiento que paraliza la inversión.
Es hora de medir para reclamar.

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