La victoria más triste
Esta noche es una noche triste. No estaría escribiendo esto si 200 personas no hubiesen sido asesinadas y 1.400 no hubiesen sido heridas en su cuerpo y su alma por los terroristas.
Esta noche es una noche triste porque José Luis Rodríguez Zapatero (ZP) es al final presidente con los votos de los muertos.
Esta noche es una noche triste porque es previsible que los perdedores, que han crispado este país hasta extremos que creíamos olvidados, posiblemente lo volverán a hacer.
Esta noche es una noche triste porque un candidato en el que pocos creen será el próximo presidente del gobierno de España.
Es triste porque un país ha tenido que cambiar un gobierno por sus mentiras y su soberbia.
Esta noche es una noche triste porque los nacionalismos, que nos atan a la tribu y a la cueva, que ahogan la radical individualidad de cada uno de nosotros, vuelven a ser importantes, han ganado algunos votos donde más se han enfrentado al PP. Oiremos redoblada su plática quejosa y egoísta.
A Zapatero toca saber que ha ganado con votos prestados, con votos difuntos, con muchos antivotos, no convencidos, votos airados.
Rajoy tiene la misión de ser el líder que nunca fue y apagar los extremismos que estos años el PP ha mantenido en el redil.
Aznar tiene la gran responsabilidad de no volver a ser el que fue y contribuir a la buena marcha del país y su concordia. Su peor despedida debe ser la mejor. Es su responsabilidad, su gran responsabilidad.
Pero es también una noche alegre porque la moral se ha impuesto a la politiquería de los profesionales del escaño y la poltrona.
Es alegre porque los españoles se han aupado en el dolor para reclamar dignidad.
Es alegre por la rebelión democrática de los ciudadanos contra el abuso de poder, contra la soberbia y el oscurantismo, contra la desfachatez.
Alegría porque los jóvenes han ocupado la calle para despertar a un país, usado sus móviles y sus ordenadores para hacer lo que otros no han hecho: ser independientes, reivindicar su ciudadanía, su libertad, su independencia y su moral cívica.
Es alegre porque Zapatero se ha acordado esta noche, primero, de los muertos. Y para ellos ha pedido el respeto y la verdad de un minuto de silencio.
Los muertos vuelven a despertar a España. Como siempre. Es triste, pero de las tumbas nacen las mejores flores. Aprendamos a apreciarlas por siempre.
El vuelco de las elecciones debe ser oído también en los medios. Opiniones como las escuchadas y leídas hoy y estos funestos días no deben repetirse. Hace unas horas insistía en la perversión de los grandes medios, cada día más alejados del común de los ciudadanos y sobre todo de los jóvenes, de ésos que sólo votan, que sólo hacen política, que sólo defienden aquello que de verdad vale la pena: los principios, la libertad, la moralidad cívica.
Hay quien hace unas horas proponía acuerdos vergonzantes, alejados del sentir ciudadano. También quien acusaba a unos y a otros de sus propios pecados. Otros que elevaban el tono inapropiadamente ante un país dolido, herido, asustado. Quienes sepultaban la inteligencia en las consignas y el miedo (ese viejo grito de Millán Astray).
Ya esta mañana se hablaba de deslegitimación. El grito surgió en editoriales y columnas, siguió en la radio y se oía después en los colegios electorales.
Que no se les ocurra, que no causen más dolor. Responsabilidad. Serenidad. Es sólo política, aunque sea la de las prebendas. La historia y la justicia los juzgará como ha juzgado a los perdedores.
Aznar se va con la ignominia, como en su día González. No queremos más presidentes vergonzantes. España quiere avanzar, no sumirse en la división y el miedo.
Responsabilidad y serenidad: esos gritos que esta noche se dan en la calle Génova no deben ser alimentados. Los vencedores, que sepan por qué han ganado. Que no crean en un cheque en blanco.
La mentira ha sido castigada. No hay vuelta atrás.
El periodismo español debe reflexionar, y mucho, antes de que sea demasiado tarde. La crisis de la información no proviene del marketing ni de los coleccionables, tampoco de los DVD´s. Depende de la información, de la sinceridad, de la libertad y la independencia, del compromiso con la verdad y la ciudadanía.
Desgraciadamente lo apuntaba este verano: no se puede renunciar a la información, al compromiso con la verdad, a la independencia y a ser, oír y sentir como los lectores.
El periodismo muere cuando se confunde con el poder.
Escuchar. Atender. Acercarse a las personas. Alejarse del poder, por binintencionado que sea.
Es hora de escuchar para que estas sean nuestras últimas elecciones tristes.
Elecciones a Cortes Generales 2004 - Resultados Provisionales Congreso
Este artículo fue publicado por el diario El Observador de Montevideo en su edición del 16 de marzo.