Defensores y castigadores/as del lector
Uno de los principales problemas de los medios, y más de los llamados "de referencia" es la soberbia. Es el pecado capital del periodismo y pocos se libran de ella. Ni siquiera con un defensor del lector, editor del lector, ombudsman o como quiera se llame. La soberbia hace impenetrable y oscuro el periodismo. Lo convierte en una liturgia de sacerdotes iniciados cuando sólo debe ocuparse de llevar los hechos de los altares hasta el pueblo, con la mayor llaneza y secularidad posible.
Una tarea simple y alejada de la naturaleza humana, tan presta a sumarse a la casta de los togados: dueños del fuego y custodios de los secretos sagrados y profanos.
¡Ah, la codicia (intelectual)! Ese otro gran pecado capital de los informadores.
Un defensor del lector es, en teoría, quien "recibe e investiga las quejas de los lectores de diarios, oyentes de radio o televidentes sobre precisión, justicia, imparcialidad y buen gusto en la cobertura de la información", según la declaración de principios de la Organization of News Ombudsmen.
Los asociados apuntan que los defensores del lector: "Recomiendan los remedios apropiados o las respuestas para corregir o aclarar las informaciones".
Pertenecen a esta asociación internacional la defensora del lector de El País, Malén Aznarez; el defensor de La Vanguardia, Josep María Casasús; el de Canal Sur Radio, Patricio Gutiérrez del Álamo y Consuelo Álvarez de Toledo, defensora del espectador de Antena 3 Televisión.
Ian Mayes, editor del lector de The Guardian, asegura que su trabajo es "reunir, considerar, investigar y responder donde fuera apropiado para llegar a una conclusión sobre los comentarios de los lectores, sus preocupaciones y quejas de una manera rápida desde una posición de independencia dentro del diario".
Cuando el The New York Times nombró una comisión para evitar la repetición de escándalos como el caso de Jayson Blair, una de las recomendaciones fue nombrar un Editor del Público para atender e investigar las quejas de los lectores. Un representante externo.
Pero la comisión Siegel fue más allá: propuso el nombramiento de un responsable de criterios y prácticas informativas, un standards editor que vigilará los valores informativos, perseguirá errores y los comunicará y discutirá con sus responsables. Será responsable de los aspectos éticos y de la precisión, así como de la formación en estas materias.
Un profesional empeñado en romper el oscurantismo, el hermetismo y acabar con los errores desde dentro y hacia dentro.
Humildad, ya que uno de los principales problemas que encontró la Comisión Siegel en la redacción de Times Square fue, ¡sorpresa!, la soberbia y la protección endogámica de los errores.
Independencia.
El problema más estudiado y discutido de los ombudsman/ombudswoman –según grafía de los políticamente correctos– es la independencia. Quienes desconfían de ella dicen: "Anda que voy a pagar y escuchar a alguien para que me saque los colores día sí y día no con mandato democrático".
La independencia del editor, la empresa y el director del medio ocupa gran parte de la bibliografía sobre los defensores. Y, sin embargo, parece que en casi todos los medios se ha conseguido razonablemente. Aún a pesar de que la pretensión de que fueran ombudsman "personalidades de reconocido prestigio ajenas al medio", según la fórmula canónica, no se ha seguido en la mayoría de los casos.
Y entonces llega el gran problema: la independencia respecto a los compañeros, a la redacción.
En una redacción hay una virtud intelectual que siempre se ejerce hacia afuera: la crítica. Los periodistas critican a los políticos, a las instituciones, a los escritores, pintores, a los deportistas, a los científicos, a los de otros medios, etc.
Pero la autocrítica no existe o está guardada bajo las siete llaves de la prudencia y la autodefensa.
No hay nada menos crítico en el mundo que un Consejo de Redacción. Un montón de responsables de áreas y secciones que ponen verde a todo el mundo y que se cuidan muy mucho de criticar al de enfrente ("cuando veas las barbas de tu vecino…") porque luego le puede tocar a él.
En una profesión tan amenazada como la de los informadores no es extraño. Deja una rendija y acabarás con pulmonía.
El verdadero desafío de los defensores es la independencia interna. Un defensor del lector debe atender las quejas, detectar errores y malas prácticas; averiguar qué ha pasado, explicarlo a los lectores y tratar de evitarlo.
Cuando no se hace así, se corre el riesgo de comenzar a atizar a los lectores con sus propias críticas y quejas. Una práctica absurda, endogámica y canalla con la que algunos medios y defensores/as traicionan a los bienientencionados dolientes –normalmente afanosos de mejorar "su" diario– para no afrontar las responsabilidades. Ni las suyas ni las de sus compañeros.
Leer las columnas dominicales de los defensores/as españoles es un buen termómetro del respeto que se tiene a los lectores.
Pruebe y vea las diferencias.
Organization of News Ombudsmen
The Guardian | Reader´s editor
La Vanguardia | Defensor del Lector
Periodistas 21 | NYTimes | Comité Siegel