"Aquí se quedan los guapos y nos marchamos los buenos". Lo dijo José Antonio Labordeta al abandonar su escaño en el Congreso. Y como en tantas cosas que sacaba de su mochila no le falta razón. Vivimos la época de los políticos prescindibles y anodinos, regidos por el cálculo homogeneizador de los asesores. Un tipo culto, concreto y cascarrabias como Labordeta no cabe en la política de la medianía. Ni tantos otros. Es sólo para guapos, canon clase media con un punto nuevo rico.
A Tomás Gómez le han rasurado las patillas. De recortar las patillas a limar las ideas va un paso.
Columna completa en Estrella Digital