La televisión ya está conectada a internet. Le guste o no a las cadenas que intentan alargar el máximo de tiempo posible la rentabilidad de sus licencias. Pero todo acaba. Primero llegó la TDT con su despliegue de canales, los más espabilados conectan la videoconsola para llevar internet a la tele y ahora los fabricantes de televisores se han cansado de esperar y lanzan por su cuenta televisores conectadas para disfrutar de la televisión convencional y el audiovisual en la Red sin barreras. ¿Para qué entonces una ley audiovisual que nace obsoleta, donde no se dibuja el modelo futuro de la televisión? ¿Por qué cambiar la financiación de RTVE para implantar un modelo insostenible, injusto, perjudicial para los anunciantes y arriesgarse a una reprimenda europea por hacer pagar a las telefónicas?
La solución está en los designios de la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega y el empuje del lobby de las televisiones privadas, tan efectivo que hasta sus directivos reconocen estar sorprendidos de su éxito. Expertos del audiovisual y responsables del proceso de transición a la TDT como Eladio Gutiérrez, ex presidente de Impulsa TDT, la encargada del despliegue digital, se preguntaban ayer en la presentación de un estudio de la revista Telos (Fundación Telefónica) por qué no se ha aprovechado para diseñar un futuro sostenible para la televisión. Un futuro donde la alta definición y la televisión por internet permitan más calidad e interactivdad para los espectadores, además de ayudar a ordenar un mercado incapaz de soportar 40 canales en abierto y de pago.
La respuesta está en el cajón de la vicepresidenta y en la falta de acuerdo de las televisiones para diseñar un futuro, ocupadas en acaparar la publicidad perdida de RTVE y de la rentabilidad de corto plazo. Resultado: una televisión de la redundancia de contenidos en manos de unos pocos.
Los expertos apuestan por una televisión híbrida. Televisión generalista concentrada en grandes eventos (como los deportivos) y la poca programación que supera el 15% de audiencia, junto a una parrilla de temáticos donde la televisión bajo demanda por internet irá sustituyendo a los canales, convertidos en contenedores de lanzamiento de programas y con una interactividad apoyada en redes sociales que amplíe la experiencia social de la televisión. Hablar sobre la televisión siempre ha sido imprescindible y ahora la conversación digital supera las plazas del sofá o el límite de ruido soportable en los bares.
Lo que nadie sabe es cómo será esa transición con una ley audiovisual del pasado y un Consejo Estatal de Medios Audiovisuales (CEMA) donde muchos empujan para ocupar unos sillones que se repartirán este otoño. Si no lo remedia la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT), dispuesta a lanzar otro ataque para conseguir un consejo integrado para la convergencia audiovisual, el modelo de referencia en Europa y que el gobierno ya rechazó. Quizá esta vez los apretones de la crisis hagan tener en cuenta los 34 millones de euros anuales que la CMT calcula ahorrar si se crea un solo consejo para la convergencia. Menos sillones a repartir, eso sí, y quizá algo más de sensatez para un futuro inapelable cuando las pantallas se unen.
Artículo en Estrella Digital