Seis meses después de inundar el Retiro con su carpa descomunal, la Pasarela Cibeles volvió para que Rafa Fernández descubriera dónde van a parar gran parte de los caudales públicos: al estómago de agraciados con los fastos del marketing y la política del compadreo y el regalo.
El resto de los periodistas no lo han contado. NO. Muchos están acostumbrados al regalismo del canapé. Y ya se sabe, está mal visto morder la mano que te da de comer.
Olvidan que quienes les dan de comer no son las instituciones, los gobiernos municipales, autonómicos o estatales, los jefes de comunicación o marketing, sino el público que atrae a la publicidad y la atención de quienes quieren llevarse bien con los medios.
Eso sí, al ritmo que va el fin de la era de la prensa, sólo las subvenciones y la publicidad oficial permitirán subsistir a muchos medios.
Los periodistas y jefes que olvidan los canapés, su coste y quién los paga una vez llegan al estómago. Sus silencios ayudan bastante al empacho que muchos ciudadanos sienten ante cierto periodismo, paseante voraz del pesebre y el canapé.
Y así estamos.
Mi iniciativa de que mis queridos lectores periodistas contasen sus aguinaldos de Navidad no tuvo mucho éxito. Silencio, no se vayan a jugar el jamón.
Con los pesebres, discreción.
A la mayoría de los medios de Madrid tampoco les importó el nuevo atentado de Cibeles y Alberto Ruiz Gallardón contra el Retiro (Roberto Bécares siempre ha sido una excepción). A pesar de los buenos resultados de Ifema, a todos los cibelinos les gusta más pasearse por el Retiro que volver al extrarradio de la feria.
Los ciudadanos de a pie y los árboles, a aguantar. Todo sea por la moda y los canapés.