La carne es una celebración de la vida. La carne es también el dolor y el miedo. El pintor colombiano Fernando Botero siempre ha cantado con rotundidad y volumen la vida. Y también ha criticado la violencia y la muerte.
Lo ha hecho con la guerra y el narcotráfico en Colombia y ahora lo hace con su reconstrucción de las torturas norteamericanas en la prisión militar de Abu Ghraib, descubiertas por Seymour Hersh.
Esta vez le ha costado exponer en Estados Unidos pese a su fama. Los imperios son modosos en la autocrítica y la violencia se traga mejor en una democracia cuando no se ve ni se reconoce. Al fin la universidad californiana de Berkeley muestra su crítica a la tortura después de que las pinturas se vieran en Europa y reducidas a una escueta selección en Nueva York.
Críticos como Kenneth Baker creen que la obra del pintor colombiano puede ayudar a romper el pacto de silencio y conformismo de una parte de la sociedad norteamericana ciega a los abusos de su política exterior.
¿Habrá visto Aznar las pinturas de Botero?