Seguramente Juan Luis Cebrián perdió una gran parte de la visión periodística que un día le llevó a hacer de El País un diario que ha marcado a un par de generaciones cuando se encontró "obsesionado con presentar resultados" cada tres meses, como ha dicho esta mañana en una conferencia.
Cebrián ha diseccionado con agudeza algunos problemas de la prensa y los medios en la entrevista que Andrés Rodríguez le hace en Esquire. El consejero delegado de Prisa duda de la viabilidad de los diarios porque son un producto del siglo XIX que se hizo fuerte en el XX con la democracia representativa y convirtiéndose en un poder. Una idea que ha repetido hoy.
Cebrián entrega al editor de Esquire algunas jugosas citas sobre los medios, Pedro J. Ramírez, la lucha de El Mundo y El País, y el futuro de la prensa en la era de internet.
Aquí es donde la visión que un día tuvo se nubla. Cebrián se pregunta por qué los jóvenes buscan en la Wikipedia en lugar de en la Enciclopedia Británica. Y esa sola pregunta muestra una incomprensión del funcionamiento de internet, de sus dinámicas y fuerzas estructurales, y de la forma en la que los internautas consumen contenidos e información.
Ninguna enciclopedia puede competir con la Wikipedia en actualización, contenidos adaptados a la cultura digital y popular de nuestros días. Pero tampoco en su estructura, edición adaptada al medio, apertura y selección de fuentes para sus artículos.
Lo mismo les ocurre a los diarios. Por eso muchos lectores prefieren otros medios, de los blogs a los agregadores.
Cebrián piensa que internet es una "economía de demanda". Pero el paradigma ha cambiado mucho más en la estructura económica de los medios, no sólo en la industrial e informativa.
Internet es una economía de la abundancia. Y ahí es donde los diarios han sufrido la venganza de una superproducción que ha convertido a la mayor parte de la información en un commodity sin diferenciación ni valor.
Ni cualitativo ni subjetivo.
Y así ha llegado el colapso del negocio con la multiplicación de una oferta tan infinita que sólo quienes son capaces de gestionarla con tecnología (buscadores, agregadores) o criterios compartidos (redes sociales) en un sistema distribuido y desjerarquizado son capaces de encontrar nuevos modelos de relación y negocio en una economía de la afectividad.
El problema es el periodismo. Deteriorado en muchos casos, desbordado en otros. Pero todavía más su negocio, porque su economía cambia completamente y pasa del control de los medios (las empresas, el poder) a los usuarios, conscientes o no de ese sutil control 2.0 ejercido por quienes manejan sus datos, contenidos y las tecnologías que les permiten gestionar el ciberespacio.
El consejero delegado de Prisa se queja de que en internet "los márgenes son muy inferiores". "Un site informativo de éxito en Internet tiene márgenes de explotación del 4%. Un periódico o una radio tiene un margen del 25% o del 30%. Es imposible competir, pagar bien la mano de obra intelectual, enviar corresponsales...", asegura Cebrián.
Los nuevos medios necesitan estructuras más eficientes y flexibles en un sistema donde lo que sobra no son los corresponsales, los enviados especiales o los grandes periodistas. Sobra estructura, gastos suntuarios, sueldos enormes de directivos que a menudo no aportan valor, y también inversiones erradas impulsadas por la obsesión de crecer más allá del meollo del negocio.
De ahí viene la mayoría de la deuda de los grandes grupos de comunicación, como la de Prisa, que no proviene de El País ni de la Ser, sino de la opa de Digital Plus y los gastos de la expansión.
Los medios facturan mucho menos en internet por esa disfunción de la economía de la abundancia. En el caso de El País se da una de las peores diferencias entre los euros analógicos y los céntimos digitales.
Pero no es el caso de todos los medios.
Grupos como Schibsted (20 Minutos) o Pearson (Financial Times) tienen rentabilidades mucho más altas en sus medios digitales, en ocasiones con un margen de ebitda mayor que en el papel, aunque la distancia de facturación continúe siendo grande.
"Vivimos un cambio de modelo, no una crisis", dice Cebrián. Sin duda. Y la solución posiblemente llegará en pensar de nuevo el negocio de la información, desde abajo, para recuperar contenido propio, de calidad, atrayente en la economía de la atención -lo único escaso- y luego crecer.
Pero no al revés. Downsizing, decrecimiento, como ahora se dice, es lo que necesita el periodismo para volver a los orígenes y desde ahí reinventarse.
El periodismo no se salvará desde las grandes corporaciones mediáticas. Esas parecen haber agotado su tiempo. Otras vendrán. Los negocios nacen, se desarrollan y mueren. La información y su necesidad siempre existirá. Pero es hora de hacerla y financiarla de otra forma. Más sencilla, humilde, abierta, participativa e incorporando las ventajas de la tecnología y las nuevas relaciones entre los contenidos y las personas que posibilita.
Ese es el cambio de modelo del que debemos aprender porque hasta ahora la economía de la abundancia nos ayuda a describir el mercado, pero no a gestionar con eficiencia y rentabilidad los medios digitales.