Pocas veces un nombramiento para satisfacer a unos pocos ha levantado a tantos y tan rápido: efecto red. Ángeles González-Sinde, ex presidenta de la Academia del Cine y de los guionistas, llegó al Ministerio de Cultura para proteger el cine y ya es la ministra anti internet. Crece la protesta por su condena de las descargas y se pide su recusación por conflicto de interés con sus anteriores cargos mientras proclama que quiere "ordenar internet".
Tiemblan los defensores de la Declaración de Independencia del Ciberespacio.
Su defensa de cierta propiedad intelectual presagia que seguirá la división entre los ministerios de Industria y Cultura de la primera legislatura de Zapatero, cuando se aprobó el canon digital y la Ley de la Sociedad de la Información.
González-Sinde vende talante y nombra al conciliador bloguero y eurodiputado Ignasi Guardans como responsable del cine tras sus acusaciones sobre un ADSL de gigas que no existe en España y sin reconocer la legalidad de las descargas sin ánimo de lucro, como han hecho los jueces. Se duda de la legalidad de una ministra ex presidenta de un lobby y de la competencia de quien parece desconocer la ley y las alternativas de su industria mientras intenta blindar un negocio obsoleto en la era de la convergencia.
El problema no es escuchar a los internautas, sino querer limitar por ley el impacto de internet en el negocio de la creación. Considerar cultura cualquier cine y no aceptar las reglas de un mercado construido con dinero público. Mantener al cine financiado por el resto del audiovisual con dinero, producción y distribución de las televisiones, que no han parado de crecer. Y no entender que los millones de fondos públicos para el cine deberían revertir más en los ciudadanos y no sólo en un sector que pierde espectadores: 76,3 millones de euros de subvenciones estatales en 2008 para un 14 millones de espectadores, los mismos que hace diez años.
Las subvenciones producen películas, pero no crean público. El cine español lucha por una escasa cuota de pantalla en las salas y la TV, pero no aprovecha la facilidad de acceso y distribución de internet para construir un nuevo negocio donde están los fans, que ven películas extranjeras, las que más se descargan y se comercializan en la web (una proporción de cien a una).
¿Es este orden el que desea el Gobierno para la sociedad de la información? Mientras, el dividendo digital es botín de las televisiones pese a las demandas europeas para dedicar a nuevos servicios digitales el ancho de banda sobrante del apagón analógico. El audiovisual sigue ahogando internet y guiando la política de Zapatero.
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