La Asociación de Internautas por fin aparca la errada demagogia del todo gratis contra la nueva ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, y pide su recusación por conflicto de intereses al no ser imparcial por sus cargos anteriores como presidenta del lobby del cine, como escribí en mi columna de la pasada semana en varios medios.
Esta es una de las mejores razones para denunciar la falta de idoneidad de la ministra.
Se puede y debe defender el desarrollo de internet y de los servicios de la sociedad de la información. También la redefinición de los derechos de autor y la propiedad intelectual. Y, por supuesto, los derechos de los consumidores y la necesidad de nuevos modelos de cultura. Pero en mi opinión es un error plantear una estrategia de enfrentamiento con los autores, sean cinematográficos, literarios, musicales, periodisticos o de blogs.
El problema de la nueva ministra es su parcialidad e intereses, a tenor de sus cargos y posturas públicas anteriores, acentuadas por una estrategia del presidente del gobierno, Rodríguez Zapatero, encaminada a lograr la aprobación de una ley del cine que no satisface a casi nadie.
El drama de este asunto no es la elección de González-Sinde, sino la estrategia de un gobierno que considera el cine español lo más importante en este momento de todo el ámbito cultural. Y de lado se deja el resto. Sobre todo la nueva cultura del ciberespacio, internet y la participación. Una corriente y un fenómeno transversal que constituye un nuevo ecosistema que afecta a todo lo englobado en el Ministerio de Cultura -de los museos a las bibliotecas, de la música al cine- como al resto de la sociedad.
El problema no es González-Sinde, sino una política que pese a reinstaurar el ministerio de Ciencia y Tecnología lo deja sin competencias después de no aclarar los problemas con Industria y el ministro Miguel Sebastián, adalid de las telefónicas y las televisiones.
Zapatero renuncia además a un científico del renombre de Bernat Soria para modernizar la sanidad en plena revolución biotecnológica en favor de una política asistencial más populista que efectiva, aunque hacer eficiente la ley de Dependencia sea urgente.
De las promesas de un gobierno para la innovación pasamos a un ejecutivo de partido con una orientación hacia las políticas populistas y clientelares, como las subvenciones al cine, que no trabajan hacia otro futuro que no sean las próximas elecciones.
Pero la maldición de La Moncloa no perdona: las segundas legislaturas son peor que las primeras. Y seguimos sin plan de crisis para la sociedad de la información. Preferimos el ladrillo, también cultural, frente a la innovación y el desarrollo.
El problema es la propia política obsoleta, burocrática y clientelar.
Contra ella, internet es un gran instrumento, pero es importante no caer en la misma demagogia y plantear posturas argumentadas y fundadas para no convertir el nuevo espacio público y político en un reflejo del viejo.