Pocas cosas hacen tanta falta en una crisis como aumentar las oportunidades, ampliar el acceso a los recursos, generar confianza, reducir costes y potenciar la innovación. En la economía digital hay soluciones para que España no siga siendo un gran solar. Lo defienden políticos, expertos e instituciones. Pero la realidad desmiente las promesas cuando se gastan tantos esfuerzos en televisión y móviles, sectores de gran crecimiento, y se sostiene una esclerosis de los derechos de autor para viejos negocios mientras escasean oportunidades para innovadores en una sociedad más abierta, transparente, responsable y menos burocratizada.
Necesitamos un acceso a la información, la cultura y las comunicaciones más libre y barato. Una sociedad red donde empresas, ciudadanos y organismos se relacionen con tecnología, sin colas ni papeleo. Donde el acceso abierto a la investigación, la ciencia y la cultura sea el bien público a proteger y los impuestos aumenten el dominio público de los ciudadanos en lugar de los negocios de algunos. Donde el diseño abierto y participativo de la tecnología se expanda a la economía, la política, la investigación, los medios o la Administración.
En la realidad crece el proteccionismo de los grandes negocios y surgen barreras a la competencia y los consumidores pese a las promesas de los planes europeos, nacionales y autonómicos. La Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT) reconoce que la banda ancha es más cara que la media europea por falta de competencia e inversión. La televisión pública quiere financiarse con un impuesto sobre telecomunicaciones y los gobiernos español y europeo amenazan con extender el control administrativo sobre internet.
Estado y autonomías gastarán este año tanto en la televisión pública como el Plan Avanza en impulsar las tecnologías de la información: 555 millones de euros sólo para RTVE frente a 175 millones para digitalizar la justicia, la sanidad, la educación o los ayuntamientos.
Corremos el peligro de mantener con dinero público y más leyes una burbuja que estallará como la financiera y el ladrillazo. Un futuro donde el dividendo digital producto del apagón analógico se desvanezca sin beneficiar a una sociedad más desarrollada ni a una economía más justa y distribuida, con menos poder para gobiernos y empresas y más para los ciudadanos. No es problema de dinero, es cuestión de cultura, de confianza, de participación. Es cuestión de ampliar las oportunidades entre iguales, no de proteger a quienes tienen ya más poder en el mercado y la sociedad. Es cuestión de democracia.
Columna en Público