Todos contra Google. Revuelta en contra de los monopolizadores del universo digital. Cuando todo es accesible a un clic prácticamente nada vale nada y la crisis llega a todos sin que se sepa cómo salir. Internet ha multiplicado el acceso a los contenidos y convierte a muchos en gratuitos. El coste cero de la copia y de la distribución prometía una era del conocimiento cuando la economía y el consumo crecían. La publicidad lo financiaba todo. Pero cuando la crisis frena los anuncios y su precio baja tanto que ya no se cambian duros digitales por pesetas analógicas, sino por céntimos, entonces el mercado de la abundancia se ahoga. Es de quienes más algoritmo producen, no de los creadores y productores de contenido.
¿Es posible mantener la economía de la abundancia digital?
Google es el blanco perfecto por su dominio del mercado de las búsquedas y la publicidad. Pero las radios digitales, los sitios de almacenaje de documentos y archivos, el P2P… todos están en el objetivo de quienes buscan dinero para crear. Desde los músicos británicos que demandan a YouTube derechos de autor por sus vídeos, a los diarios que quieren cobrar por Google News, hasta las televisiones que reclaman a las webs de vídeo, todos quieren una parte de una tarta pequeña e hiperfragmentada.
La publicidad no salva de la crisis cuando el mercado digital comienza a ser importante. Los anunciantes y sus gestores digitales, con Google a la cabeza, son los beneficiados. El precio cae y no resisten ni los contenidos de mayor calidad. La publicidad es capaz de seguir el comportamiento y vender los anuncios creados para el público de los medios más exclusivos en otras webs a un precio más barato. El mercado es de quienes permiten encontrar el contenido y son capaces de gestionar la publicidad en las búsquedas y en las propias webs. A más tráfico, más usuarios, más páginas vistas, más negocio. Son los mayoristas de la abundancia.
El resto ve como escapa de sus manos el control de sus productos y vive atenazado por el dilema de mantener su visibilidad en la web o ser de nuevo opaco y servir a unos pocos que valoran su marca y contenidos con publicidad más cara y productos freemium o de pago. Pero la competencia aterra. Por eso se empieza a reclamar un nuevo pacto para una redistribución de la economía digital –los derechos de autor y el precio de la publicidad- para lograr una era de responsabilidad como la que la nueva regulación pactada por el G-20 quiere imponer en el mercado financiero de la abundancia.
Un freno al capitalismo sin regulación de la web.
Columna en Público