Sunday, April 16, 2006

Crónicas del mito perdido del rock

Música | Dylan&Shepard. Brownsville girl

Hubo un tiempo para creer en el rock. El rock se vivía, no sólo se escuchaba, se pensaba, se bailaba, se fumaba y se devoraba mientras te dejabas llevar por letras de rebeldía y esperanza.
Entonces la música valía para algo más que llenar macrofiestas y enriquecer a las discográficas con derechos de autor.
El rock´n´roll era un mito. Primigenio y religioso como tantos de tantas épocas. Ritos iniciáticos para cambiar el mundo o al menos gritarle con saña a la cara. Sólo había que transitar por la senda de Woody Guthrie, John Coltrane o Eddie Cochran para poner pose de James Dean y bailar hasta el desvarío con los Stones o las Arañas de Marte.
Sam Shepard escribió el mito de Bob Dylan en una gira por la senda de Allen Ginsberg, William S. Burroughs, Jack Kerouac y otros beats al ritmo de una furgoneta comandada por el Dylan eléctrico y acompañados de Joni Mitchell, Joan Baez y el propio Ginsberg.
Una odisea sobre el hispter y las sombras caídas del sueño americano entre las bombas de napalm de Vietnam. (En la foto, Shepard, Dylan y Ginsberg junto a la tumba de Kerouac)
El hombre del que Patti Smith se reía por jugar a los cowboys era el escritor perfecto para el mito del choque entre la vieja y la nueva alma de Norteamérica. Una historia explorada en Buried Child, Crónicas de Motel (inspiración de Paris, Texas), Fool for Love o sus interpretaciones de tantas películas.
Pequeños pueblos, desierto, granjeros, ciudades encerradas en sí mismas en un país enorme. Y unos tipos a bordo de una furgoneta cantando, bebiendo, fumando y chutándose la vida sin reparar en la dosis.
Era el guión de una película que se rodó y nunca se montó ni se estrenó. Sam Shepard recuperó Rolling Thunder Logbook como libro y ahora se edita en castellano.
"El mito es un medio poderoso porque habla a las emociones y no a la cabeza. Nos mueve en una zona de misterio. Algunos mitos son venenosos para creer en ellos, pero otros tienen la capacidad de cambiar algo en nuestro interior, incluso si es sólo por un minuto o dos".
Palabras de Shepard en la alucinación de una gira imposible de cuando acompañar a un rockero tenía sentido, o al menos era divertido. Era un género clásico de Rolling Stone, la entonces revista imprescindible cuando los textos de 40.000 palabras eran devorados mientras sonaba un long play.
Robert Greenfield lo había descubierto antes y escribió el mito rodante de los Rolling Stones en su época más dura, cuando Street Fighting Man todavía se escuchaba medio a escondidas y Get Yer Ya Ya's Out era un disco con mala fama por el recuerdo de una gira endiablada.
Rolling Thunder Logbook son crónicas de un mito perdido en un mundo donde Shepard sigue escribiendo (teatro, verso y prosa) sobre solitarios criados en la vera de la vida a la sombra de una base aérea y soñando vaqueros como los de Arthur Miller, cuando ya sabían que un caballo no es la libertad, sólo comida para perros en las casas de los que una vez bailaron Like a Rolling Stone.
"La gente de aquí
se ha convertido
en la gente
que finge ser"
.
Sam Shepard. Crónicas de motel.