El informe Leveson sobre la prensa británica (resumen) está escrito por un juez y se concentra en la prensa. De eso derivan sus principales debilidades: exceso de legalismo y falta de visión integral de una sociedad de la información abierta, donde todo el mundo comunica y la privacidad se publica.
Las recomendaciones para formar un nuevo organismo regulador independiente de políticos y periodistas dejan a la propia sociedad y a los medios digitales al margen. Un escenario imposible cuando la digitalización multiplica la información y la propia vida se publica. Esos medios aportan también algunas herramientas para la autorregulación ética de todos.
El juez Leveson sufre la misma miopía digital de una gran parte de la prensa. Su declaración de la imposibilidad de regular internet (págs. 164 a 179, volumen 1), la diferencia cualitativa (periodística) y cuantitativa (audiencia) que establecer entre prensa y medios en internet, unida a la afirmación de que la red se mueve en un "vacío ético" son argumentos del siglo XX. Muy lejos del presente y el futuro de una sociedad digital.
El periodismo, sea cual sea su naturaleza y soporte, no necesita más regulación que las leyes comunes: penal, civil, mercantil, protección de datos, etc. La mejor ley es la menos intervencionista y la que más rápido y con eficiencia actúa cuando es necesario.
Ahí es donde está la debilidad de la justicia. A menudo contaminada por los poderes y su influencia y relación con algunos medios. Otras por la falta de adecuación a una sociedad moderna que requiere una justicia más rápida y eficiente. Y a veces por la diferencia de criterios entre jueces sin una jurisprudencia clara.
Ninguna reparación es posible cuando pasan cuatro o cinco años desde la denuncia de los hechos.
La principal responsabilidad del periodismo es social y democrática. Por eso requiere exigentes criterios éticos en la industria, la profesión, la práctica y un consenso directo y transparente con el público.
Nadie queda excluido de esa responsabilidad, papel, audiovisual, digital, etc. La ética no tiene soporte. La responsabilidad no está en un papel ni en una pantalla, sino en la relación entre quienes informan y opinan y quienes reciben, leen o ven sus mensajes.
La pérdida de la credibilidad del periodismo actual es sobre todo responsabilidad de medios y periodistas. Pero la falta de control social es palpable. Internet y los medios digitales actúan en dos direcciones: por una parte mejoran el control, la crítica y la corrección de errores, pero por otro aumentan el sensacionalismo, el rumor y la superficialidad de la información.
Corregirlo es una tarea de todos, social y democrática.
Independencia de los poderes y transparencia. La mayor crítica de Leveson y su investigación es a la excesiva cercanía e influencia entre políticos, polícía y prensa. Cierto. Pero hay muchos olvidos en las 2.000 páginas del informe. Entre otras la influencia de los poderes económicos -sobre todo los financieros y las grandes empresas- en una prensa acechada por la crisis y siempre pendiente de los beneficios económicos.
No es un problema de la prensa. La concentración y esclerotización del poder en ciertos núcleos e instituciones es un déficit democrático histórico. Afecta a todos y el periodismo no se libra. Cuando los medios actúan como poderes -el caso Murdoch- se comportan igual que el resto. Ese es el demonio interno de unos medios que muchas veces son más negocio que periodismo.
La cura es la misma que la de la propia democracia: transparencia, accountability, más pluralismo y una sociedad crítica que defienda la importancia y los valores de la información de calidad.
Todo es periodismo. Al menos nadie debería quedar excluido de comportarse como tal y por tanto con las obligaciones consiguientes. Ese es el terreno común de los medios, los blogs, las redes sociales, los ciudadanos, etc. Cuando se hace periodismo, es decir, se comunican información y opiniones sobre hechos y personas de interés público, todos los que ejerzan esa actividad -sea ocasional o permanente- están obligados por la ética de la información y por tanto sometidos a las mismas reglas y criterios sin división por soportes ni canales.
Sensacionalismo, opinión infundada, rumores, invasión de la privacidad sin interés público, manipulación, propaganda, etc. son iguales para todos los que comunican.
La sistematización de esa actividad a través de una entidad institucional o comercial sólo aumenta la exigencia de transparencia y responsabilidad. Pero no excluye a las personas privadas ni a otras entidades.
Herramientas para la transparencia y la responsabilidad, mejor que leyes y reguladores sectoriales. El juez Leveson repara en algo importante: "Rebuttals and denials of allegations can take place instantly, helping if not to kill a story at least to provide the subject of the story with a voice and make users aware that the veracity of the allegation or story may be in doubt".
Los medios digitales aumentan la interactividad, reaccionan en tiempo real y permiten sistemas de transparencia y control por el público y los propios periodistas más eficientes.
El gran desafío ético del periodismo es incorporar esas herramientas de transparencia y control social de la información en todas sus plataformas y soportes. Sin excluir la televisión, la radio ni el papel.
El control del rigor y los errores, pero también del respeto a la privacidad y el derecho a la réplica y la corrección de datos debe ser incorporado en todos los medios digitales -como muchos hacen ya, al menos en sus más básicas formas- pero también en el resto de medios, donde la incorporación de esas enmiendas y críticas de valor del público son esenciales.
Incluso en los formatos no digitales y donde la gestión del tiempo o el espacio complica estas prácticas se pueden usar direcciones (URL) cortas, códigos QR y otros símbolos y herramientas que marquen la información objetada y lleven a la audiencia fácilmente al soporte más adecuado para sostener esa labor de control social y democrático.
Una parte de los 4,8 millones de euros (3,9 mill. de libras), el tiempo y los expertos que se han empleado en el informe Leveson hubieran sido de mejor provecho si hubieran servido para que un grupo de expertos diseñara y propusiera varias herramientas de control, réplica y contraste de la información con el objetivo de ser consensuadas e implementadas por los medios.
Será más fácil lograr un consenso ético e instrumental de este tipo que cerrar la Press Complaints Commission y crear un nuevo órgano regulatorio.
Como en el propio periodismo, los medios y también en los poderes públicos, la demanda de más exigencia, responsabilidad y transparencia es ineludible. Como en la propia producción y edición de la información, no son necesarios más procesos complejos, órganos y burocracia.
Necesitamos criterios eficientes y herramientas adecuadas para garantizar la calidad y la transparencia.
Existen o tenemos la capacidad de crearlas. No compliquemos la vida, el periodismo y la democracia con más regulación: aumentemos el control y la participación social. Es la mejor forma que conocemos de aumentar los criterios y exigencia para todos y de minimizar los daños.
Menos leyes, más responsabilidad, apertura y participación.
Como decía Walter Lippmann y siempre repito: "La calidad de las noticias en la sociedad es un índice de su organización social".
Esa es una tarea de todos en la que a los periodistas, sea cual sea su medio de llegar al público, profesionales o aficionados, nos corresponde mayor responsabilidad y luchar para aumentar la comprensibilidad, utilidad, rigor y eficiencia de la información.
Apliquemos a los problemas de la sociedad de la información soluciones del siglo XXI.