Al gobierno no le gustan las tertulias, alimentan la “desconfianza”, en palabras de algunos de sus portavoces. Y así se lo transmiten cada vez que la ocasión se presenta a los responsables de las televisiones. A Rajoy nunca le han gustado, como tampoco a su secretaria de Estado de Comunicación, Carmen Martínez de Castro, ni a Pedro Arriola, su sociólogo de cabecera. Ni teniendo al primer ministro tertuliano de la historia, el responsable de Educación, José Ignacio Wert, habitual en muchas cadenas, las tertulias se ven con buenos ojos en el ejecutivo con el presidente más silencioso y la comunicación más opaca de la democracia.
Los espectadores comienzan a desertar o a cambiar de canal en busca de algo de equilibrio. Las tertulias tenían gracia y atractivo con un gobierno como el de Zapatero, machacado impenitentemente por sus propios errores y por la animosa lista de tertulianos adeptos al PP. Pero ahora, con un gobierno apoyado por una mayoría de las cadenas privadas, con TVE intervenida y purgada por el nuevo régimen, y con la recurrente letanía de las malas noticias, el atractivo baja.
En el Partido Popular las tertulias gustan más que a su líder, eso sí, siempre que imperen sus tesis y la mayoría de tertulianos estén de su lado. Con la animadversión a TVE curada, Los Desayunos y La Noche en 24 Horas purgados de sus presentadores, los programas de debate nacionales pintan mejor para el PP.
Pero en el estrecho círculo de Moncloa se continúa pensando que hacen demasiado ruido, aunque sea a favor. En la radio ocurre lo mismo, pero el PP confía en controlar las ondas por mayoría, a pesar del escollo de la Ser.
La audiencia de las tertulias televisivas no ha disminuido desde la llegada al poder del PP gracias a la abundancia de noticias y la crispación por la situación económica, pero los espectadores buscan algo más de equilibrio político. El Gato al agua, de Intereconomía, ha perdido fuelle y ya no consigue fácilmente cotas de 600.000 espectadores como hace unos meses. Lo mismo ha ocurrido con las tertulias de las autonómicas controladas por el PP.
En busca de canales alejados del control de los populares, los espectadores buscan opciones como Al rojo vivo, de La Sexta, que ha marcado récords con la huelga general (530.000 espectadores) o los recortes y la subida de impuestos de julio, con 510.000 espectadores y un 9,1% de cuota de pantalla frente a su 6% de media en los últimos meses.
Las tertulias de RTVE, Los desayunos de TVE y La noche en 24 Horas, también han logrado sus mejores audiencias recientemente. El ex programa de Ana Pastor consiguió en mayo 417.000 espectadores y un 17,5% de cuota de pantalla, cerca de sus mejores registros. El debate nocturno de Xabier Fortes creció de sus menos de 260.000 espectadores hasta superar los 400.000 antes del verano. Pero el control de RTVE por la nueva dirección nombrada sin consenso por el PP augura menos tertulias y un cambio de orientación en las que sobrevivan.
Las tertulias siguen siendo el programa más barato. Un presentador, un par de cámaras, una mesa y de cien a doscientos euros por tertuliano bastan. Muchas cadenas aprovechan esa televisión de bajo coste para sostener su programación, pero algunas como El Mundo con Veo TV o ABC (Vocento) ya renunciaron a mantener esos programas. No serán los últimos. El modelo se agota con los ciudadanos cada vez más desconfiados de los políticos y un gobierno que pretende imponer el mayor silencio posible para defender sus políticas.
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