La realidad es terca. El pasado y el rastro de los actos no se borra fácilmente. La suerte de las elecciones del 20-N parece echada y los candidatos son impotentes para cambiarla, igual que sus campañas, diseñadas para convencer a ciudadanos desmemoriados y acríticos. Los dos aspirantes de los grandes partidos han abandonado la política por las promesas y el olvido. Promesas incumplidas antes, olvido de su responsabilidad en el gobierno y la oposición los últimos cuatro años.
Son candidatos del pasado. Uno vencido hasta que la crisis encumbra su inacción. El otro, responsable y mudo en la crítica hasta su paso de vicepresidente a candidato.
Uno ganará las elecciones y será presidente del gobierno. Sea quien sea, perdemos todos por falta de liderazgo, responsabilidad e ideas. Los candidatos del bipartidismo no están a la altura de los desafíos y demandas de una nueva política.
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