Decenas de miles de personas han salido a la calle el #15O para reclamar que las personas no son mercancía en manos de políticos y financieros. Una movilización casi mundial. La indignación se extiende con la fuerza de la globalización y la movilización en las redes. Cada persona, un voto; cada persona, un móvil: una foto, un pensamiento, una proclama y un activista. La indignación es la revuelta contra la desigualdad, la inseguridad y la desconfianza. La expresión de una crisis económica, social y política. Las calles y plazas abarrotadas contrastan con las reuniones endogámicas de los partidos y sus proclamas electorales. Las promesas para el 20-N muestran la crisis entre políticos y ciudadanos, la deslegitimación de una política incapaz de ofrecer alternativas a una población alarmada y atónita ante los abusos de las castas financieras y políticas. El resultado de las elecciones del 20-N marcará la distancia no sólo entre sociedad y partidos, sino entre los votantes y los indignados. Una brecha social y política.
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