Ángeles González-Sinde deja la política. Su paso por ella fue sólo para ser ministra y bautizar con su apellido la polémica ley antidescargas. Su marcha coincide con la investigación por las irregularidades en la SGAE de Teddy Bautista, la llegada de Amazon a España y el anuncio de Netflix de desarrollar su negocio de streaming audiovisual en internet de bajo precio. Pero también con la movilización permanente de muchos ciudadanos indignados en las redes sociales, un movimiento que creció y tomó conciencia de su poder con la larga lucha contra la ley Sinde.
La huella de González-Sinde será tan efímera como la de la Ley de Economía Sostenible, devorada por la polémica de las descargas. Su mayor legado es ahondar la brecha entre muchos consumidores y una gran parte de la industria cultural y del entretenimiento. La cultura, una denominación hoy aplicada con excesiva generosidad, está cada vez más lejos de los ciudadanos.
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