¿Cambian los libros digitales la lectura o sólo la distribución? Los ebook son caros: de 260 a 350 euros. Pero a los usuarios sólo les interesan a un precio mucho menor: 71 euros, según un estudio de The Cocktail en España. ¿Para leer qué? Sobre todo novelas y best sellers. Una ojeada a los títulos más vendidos para Kindle es una bofetada para las ilusiones de mayor diversidad. Y de nuevos lectores, nada. Más de la mitad de los usuarios de Kindle supera los 50 años.
Los libros digitales son una revolución conservadora. El verdadero cambio para la lectura llega en otras pantallas, sobre todo móviles, como antes llegó con el navegador. Los programas para leer libros son el tercer tipo de software más popular para el iPhone, por delante de juegos y entretenimiento. La propia Amazon tiene una aplicación para leer los libros de Kindle en el iPhone y su rival Barnes&Noble distribuye libros para BlackBerry.
¿Pagará mucha gente por leer diarios y revistas en un libro digital como Kindle cuando puede hacerlo con color, más funcionalidades y gratis en internet en otras pantallas? El objetivo de Amazon y de las editoriales y medios es controlar la distribución. Pero al público le interesa mayor acceso a contenidos, en cualquier momento y soporte, al menor precio. Los contenidos son la prioridad de los usuarios mientras los distribuidores persiguen el negocio.
El libro digital futuro será accesible en cualquier plataforma con total conectividad, como los lectores RSS, donde las lecturas pueden seguirse, anotarse y compartir sin depender de dónde y cómo se accede. Un cambio radical del sistema de distribución, donde la filosofía del intercambio y la participación social reduce la influencia de los distribuidores. Siempre necesitaremos autores y editores, pero no editoriales orientadas a la producción y distribución. Los lectores digitales son útiles para lectores especializados: la educación y los profesionales. Pero todos necesitan otra forma de acceso, la incorporación de criterio social y nuevas estructuras narrativas. El libro no es sólo el soporte.
Columna en Público