Wednesday, March 29, 2006

Letraheridos

Música | Maligno, Aterciopelados

Dentro muy dentro como un implante
incrustado en mi interior...

Letraheridos y melancólicos. Así son los personajes de Paul Auster, un escritor que parece aquel Jovellanos de Goya, tristemente apoyado en una mesa bajo la carga del pensamiento.
Melancólicos y letraheridos son sus tramas, arrugadas por las líneas de lo cotidiano y lo extraño de la vida sencilla en algún cuaderno de escritor.
...en mi cerebro loop implacable
mi voluntad destruyó...

Herido, esta vez más allá de la letra, encuentro a este urbanita de Brooklyn animado por una frase: "He estado enfermo durante largo tiempo. Cuando llegó el día de dejar el hospital apenas sabía cómo andar, apenas podía recordar quién se suponía que era". Paralelismos. La vida contemplada desde una ventana de hospital con el temor de llegar a esa acera y caer, no de la vida, de uno mismo.
...poquito a poco tú te instalaste
eres huésped o invasor...

Anatomía de la melancolía. Decía Aristóteles que "todos los hombres de excepción, sea de la filosofía, sea de la ciencia política, sea de la poesía o de las artes, son manifiestamente melancólicos". El impulso romántico siempre ha esclavizado a los letraheridos y fomentado la imagen de un Auster paseando con dóciles ojos verdes por las calles de Nueva York.
Nueva York. "No hallarás otras tierras, no hallarás otros mares./La ciudad te seguirá. Vagarás por las mismas calles/Y en los mismos barrios te harás viejo". Nueva York o tu ciudad. Releo, releo, releo los versos de Cavafis y no dejo de pensar en Naguib Mahfoud, atrapado en su Cairo entre los bárbaros. Cairo negro como la melancolía austeriana.
A los escritores salvajes les cuesta más ser considerados. La languidez fascina y los cuchillos de los destripadores son más duros desde Flaubert y Genet. La sensibilidad posmoderna no puede con ellos.
...Tiñes mis días de fatal melancolía...
Esperar a los bárbaros entre las sábanas de seda del arte siempre ha sido mejor considerado que pisotear fuerte los libros estúpidos. El día que Rimbaud se colgó el pistolón para mercadear esclavos en África perdió la magia blanda y profunda de la absenta ("toda luna es atroz y todo sol amargo").
...eres el hacha que astilló toda mi vida
premeditada y divina...

La letra es curativa. Al menos atrapa los fantasmas invasores para hacerlos huéspedes de páginas leídas o escritas o los aplasta con la violencia de las tapas y contratapas. Como cuando esperas a la mosca y la conviertes en pilfa. La única manera de acercar algo de muerte y de vida a algunos malos libros.
"...Cruel y despiadado me has humillado
y sin embargo aquí estoy...

Y el amor... Fuerte, puro y siempre traicionado. El posmodernismo está condenado por el adulterio, pero nadie se atreve a la venganza de nuestros clásicos no sea que venga la fiscalía.
"aunque me ultrajes aunque me uses
siempre a tu disposición"

Machismo. Bandas. Muchos porros en el Retiro y las chicas de cinturilla ajustada sobre el pubis moviendo los brazos como serpientes mientras sus maromos aporrean los tambores. El machismo ha vuelto con sus ataudes llenos de víctimas. Unas inocentes y otras atrapadas más allá del amor y la esclavitud.
"se acabó he llegado al límite
de mi ciega devoción"

Pero en las novelas de Paul Auster las mujeres son suficientemente fuertes y listas como para ponerte los cuernos mientras te quedas pensando en las contradicciones de la vida moderna en las grandes urbes de la inteligencia.
Metrosexualismo o algo así.
"Tiñes mis dias de fatal melancolía"
A veces me parece que a Auster le falta una copa, o un ácido, o un arranque libidinoso como en las noches de Alejandría ("no te engañes, no digas que fue un sueño", CPC) o las de Brooklyn. O un par de cojones. No lo tengo claro.
"Quiero desintoxicarme
cortar esta dependencia
antes que sea tarde"

Auster cree, como Zizek, que el conocimiento no puede llegar de los científicos ni de las masas. Ya lo decían Ortega y TS Eliot, pero eran tiempos más aristocráticos. ¿Puede llegar del ciberespacio, de la información distribuida? Sólo en parte y quizás faltará siempre un pie fuera de la realidad virtual para que los cowboys aguanten la galopada (el viejo Burroughs, cochino peyote) en el estribo. O simplemente, la urna venusiana que fascinaba a Dalí por muy repetida y omnipresente, pero siempre que no nos trate como las mujeres solas y frías de Hopper (imagen superior). Se te acercan y sientes las serpientes de la Medusa sorbiéndote el seso/xo.
"Tiñes mis días de fatal melancolía"
¿Sabrá Auster, como Milton, que Dios vive engañado por el Príncipe de las Tinieblas?
En Brooklyn han cerrado las sesiones de medianoche, pero los cuadernos del escritor sirven para salir, suavemente, de un trauma posmoderno.