Steve Jobs es un genio del marketing. Otra vez ha conseguido con el iPhone lo que ya logró con el iPod: convertir un objeto tecnológico en una pasión para estar a la última. Miles de personas se agolpan en todo el mundo en las puertas de las tiendas de móviles para hacerse con lo más state of the art. Jobs, el Yves Saint Laurent de la tecnología, ha dado con la tecla clave del ciborg sentimental, desesperado por su última creación con un ataque de hiperconsumismo.
Telefónica estrena tienda en la Gran Vía madrileña entre un Zara y un H&M para vender el nuevo móvil de Apple. Y como en la apertura de las rebajas muchos esperan para abalanzarse corriendo por el único teléfono que ya es un icono pop imbatible.
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