En internet ya estamos casi todos. Y las amenazas crecen. Cuando algo se hace tan grande y poderoso como para animar a tantos a escribir, a comunicar, a compartir, a alterar el orden rutinario de las cosas, los poderes de siempre y los abusos coinciden en dar ocasión a unos cuantos para ponerle cerco y tratar de gobernarlo.
“Gobiernos del mundo industrial, no tenéis soberanía sobre nosotros”. La Declaración de Independencia del Ciberespacio se quiebra. Llega el fin de la inocencia. Una regla de oro regía el ciberespacio: “Trata a los demás como te gustaría ser tratado”. Pero el negocio, la ambición y el poder la rasgan.
“El espacio social global será independiente de las tiranías que buscáis imponer”.
Surgió como un espacio libre y compartido para la socialización de las ideas, la información y la tecnología. Pero cuando llega el dinero, la política viene detrás y las viejas leyes de propiedad acaban con la liberalidad del intercambio.
Políticos, medios, dueños de la tecnología y nuevos negocios chocan. Los usuarios y la libertad pagarán si muere la independencia del ciberespacio.
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