En noviembre próximo el diario Egunkaria llegará a juicio en la Audiencia Nacional. Sus ex trabajadores se volvieron a manifestar ayer en Andoain, donde hoy está la sede de Berria, para denunciar de nuevo el absurdo de confundir la defensa del euskera y de ideas nacionalistas con el apoyo y la obediencia a ETA.
Egunkaria lleva más de seis años cerrado. Y prácticamente todo el mundo sabe, y algunos reconocen, como cuenta José Yoldi en El País, lo absurdo de unas acusaciones y un proceso convertidos en ejemplo de los excesos de cierta política antiterrorista y de los vicios de algunas actuaciones judiciales.
Martxelo Otamendi, Iñaki Uria, Xabier Oleaga, Juan Mari Torrealdai y Txema Auzmendi se sentarán en el banquillo (auto del juez Gómez Bermúdez, 30 de julio, pdf) porque nadie quiere retirar una apuesta y reconocer un error, como si lo hizo el fiscal al pedir el archivo del caso en el año 2006.
El juez Gómez Bermúdez no ha aplicado la doctrina Botín al justificar que basta la acusación particular para el juicio y que los hechos no han sido juzgados en el caso Ekin.
Casi seis años después, Egunkaria ha desaparecido, porque el cierre provisional de un diario no tiene arreglo cuando el tiempo lo condena.
En el Parque Cultural Martin Ugalde de Andoain se edita Berria, un diario en euskera, de izquierda y donde el nacionalismo no es línea editorial. Su objetivo es ser un diario de calidad alejado de cualquier boina. Martxelo Otamendi, su director como antes fue director de Egunkaria, defiende la necesidad de abrir y ampliar la cultura y la información de los pueblos con lenguas minoritarias con una apertura al mundo y a las ideas ambiciosa. Sin límites lingüísticos, territoriales ni ideológicos.
Y en Berria se trabaja para la información en euskera no sea sólo información local. ¿Por qué escribir en una lengua obliga a hacerlo bajo una perspectiva ideológica? ¿Si no ocurre con el inglés o el español, por qué habría de hacerlo con las lenguas minoritarias?
La redacción de Berria, sus directivos y sus muchísimos pequeños accionistas, están empeñados en defender su lengua sin encerrar la mente ni a su público en un territorio ni unas ideas.
"Queremos ser el New York Times del euskera", me ha dicho en alguna ocasión Martxelo. Y lo intentan con fuerza y convicción.
Trabajar en Berria es hacerlo en uno de esos medios que ahora están tan de moda en los blogs y las reflexiones digitales cuando se habla del futuro de la prensa y la viabilidad de los medios sin ánimo de lucro.
Con un capital dividido entre miles de pequeños accionistas, la mayoría también suscriptores, editan un diario general y siete periódicos locales. Su compromiso con la lengua vasca es inagotable, pero Berria es un diario con una altísima calidad editorial y un enfoque más abierto y global que el de la mayoría de la prensa local.
El juicio a Egunkaria pasará. Veremos con qué sentencia. Pero la peor sería cercenar la libertad y el compromiso de muchos profesionales y ciudadanos con su derecho a pensar y defender sus ideas desde la libertad y el respeto democrático y ciudadano, en una lengua sobre la cual no puede triunfar la maldición del terrorismo.