La feria de las firmas
Un año más las trescientas y pico casetas de la Feria del Libro de Madrid son asaltadas por miles de manos y miradas en busca del escritor deseado. No se busca al escritor sino al personaje. Lo que gusta es tocar. Ver, no leer. Estar cerca. Compartir la gloria del icono y adorar el garabato en la solapa.
Si firma Sabina, Visor se llena. Si Florinda Chico cocina el aroma de sus recetas envuelve su caseta. Cuando Mingote garabatea sus mujeres de muslos prietos y larguísimos empujan en la cola.
Y hay otros, los escritores que no salen en la tele, sentados, aburridos, alicaídos, Ignorados en la entrelínea de sus pocos lectores.
¡En el Pabellón de las Tertulias Literarias se está tan bien! Aquí se descansa del calor al rumor del aire acondicionado. Y además se te pega el murmullo intelectual de algún contertulio. Este año hay mucho rojo con tanto anti-Bush y tanta primavera socialista (se comprende el enfado de Telemadrid).
No se inmuta Pedro J., que firma a dos manos en su caseta de la calle de enmedio.
Más de trescientas casetas, más de un ciento de escritores, más de un millar de glorias y mucha avidez de toqueteo, firma y saludo. Y los lectores cazadores de firmas salen ungidos de fama.
Estos lituanos, estos polacos, estos invitados de los nuevos países europeos miran y no saben si han llegado al paraíso de los libros o al bazar de la vanagloria.
Feria del Libro de Madrid
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