De bodas, halagos, hipocresías y críticas
25 millones de españoles vieron la boda y prácticamente 1 de cada 3 estuvieron pendientes de la televisión durante la ceremonia. El 60 por ciento la siguieron por TVE-1, imbatible cuando de cuestiones institucionales se trata. El consumo de TV se elevó a casi 5 horas, récord absoluto por encima de las cuatro y mucho de la dieta habitual hispánica.
Anoten los programadores, si en algún momento hay que reflotar la televisión ya se sabe la receta: casar príncipes e infantas. Las bodas de las infantas Elena (sevillana, romántica y colorista) y Cristina (barcelonesa, burguesa y sobria) siguen a la de Felipe y Letizia en el ránking de la pequeña pantalla.
Casualidades: 1 de cada 3 españoles nunca lee prensa diaria. 1 de cada 3 españoles no lee nunca libros. 1 de cada 3 españoles no vota en las elecciones. 1 de cada 3 españoles estaba pegado a la pantalla viendo la boda más promocionada y, al final, menos mediática de la historia nacional.
La culpa fue de la lluvia, de la contención institucional de los novios, de la realización de TVE, de la tenaza de la seguridad que alejó a la poca gente que acudió a las calles de Madrid o del exceso de pasión merengada derramada los días anteriores.
Según una encuesta de La Vanguardia, a más del 60% de los lectores de su edición digital les ha gustado la boda.
Y eso a pesar de que todos los parabienes de los días anteriores han dejado paso a las críticas y los peros, comportamiento español típico y dominante en unos medios bobaliconamente institucionales pero a los que al final les puede el olor de la sangre.
Sobre todo si las ventas no han sido tan altas como algunos pensaban y la pasión de los súbditos por la boda real no ha inundado los kioscos.
En el Fórum no hubo boda. Si uno quiere ver la boda que se quede en casa o vaya a la peluquería. El Fórum está para lo que está, aunque nadie sepa muy bien para qué.
Los diarios han realizado un seguimiento preboda exhaustivo y con pocas disonancias. Una boda es difícilmente criticable y la monarquía tiene buen cartel (y vende), es popular y no compromete en exceso.
Uno puede estar en contra de la monarquía. Muchos se quedarán sin saber cuánto ha costado en realidad esta primera boda de Estado democrática al erario público. Pero que Felipe se case con Letizia sólo es criticable si uno es un fatuo, un metomentodo o está obligado a dar la nota en los programas del corazón por razones pecuniarias.
La pena es que apagaran las luces de colorines de Madrid antes del evento. Cosas de la seguridad.
Casi todos los diarios publicaron ediciones especiales desde la semana anterior y todos cubrieron con suplementos de lujo (color, papel mejorado) el acontecimiento.
La prensa y sus gentes ofrecieron también algunos detalles en la ceremonia:
Prisa estuvo presidida por Iñaki Gabilondo, pero no estaban Jesús Polanco ni Juan Luis Cebrián, presidente y consejero delegado y académico, respectivamente.
El director de El Periódico, Antonio Franco, no estuvo, pero sí asistieron Antonio Asensio (hijo) y Francisco Matosas, cabeza empresarial.
Pedro J. Ramírez no podía faltar. Su mujer, Ágatha Ruiz de la Prada, acudió con colores republicanos. Una falta de delicadeza. A las bodas se va o no, como hicieron los portavoces de Izquierda Unida y de Esquerra, en honor de fe republicana. Lo que no conviene es dar la nota para asegurar la foto (sobre todo si es en el propio periódico).
De la radio estuvieron también Carlos Herrera y Luis del Olmo. Todo el ránking de radio representado, con permiso de Jiménez Losantos.
Como amigos y compañeros de la novia acudieron también el corresponsal de TVE en Nueva York y ex candidato a independiente director de los noticieros de TVE, Lorenzo Milá, acompañado de su mujer, también corresponsal de TVE en Estados Unidos, Sagrario Ruiz de Apodaca.
Así da gusto, una empresa que aplica criterios de reunificación familiar.
La nota nefasta fue la presencia del condenado por manipulación y ex director de los Servicios Informativos de TVE, Alfredo Urdaci. La amistad manda, pero no es buen ejemplo. Alguien debería haber convencido a Letizia.
La prensa del corazón se desbocó hoy con ediciones especiales machacadas por el esfuerzo de los diarios y la saturación de salsas rosas, anarosas y demás engendros de la telebasura. Pero siempre hay 1 de cada 3 españoles (un poco menos, once millones, las leen habitualmente) que escrutarán el cuché con ojos ávidos.
A media tarde el Hola andaba por una tercera edición de ésas que nadie sabe si son de verdad o también de cuché, pero queda muy bien decirlo.
Antes de la boda, pocas críticas y algún detalle. Ejemplo: la entrega institucional y de fe monárquica de El País sólo lo fue del Ebro para abajo. Frente a su entrega dinástica nacional, El País Catalunya publicaba la semana pasada una buena retahíla de artículos viperinos firmados por firmas tan autorizadas como Pilar Rahola, lerrouxista de carácter y vocación de cheque de tertulia de telebasura.
Es curioso pensar si el diario de Polanco ha hurtado a sus serios lectores no catalanes argumentos de peso antiboda. O será que aquellos argumentos sólo tenían peso entre cierto sector catalán, o eso creían los responsables de la edición autonómica del diario más nacional por ventas.
El Mundo apunta en su edición de lunes a un síntoma inquietante: los cuatro presidentes de los cuatro grandes países latinoamericanos no acudieron. ¿Descoordinación? ¿Falta de interés? En todo caso, preocupante. El diario de Pradillo mantiene su pulso (¿independencia?) del nuevo Gobierno y apunta a la descoordinación del sorpresivo cambio de Ejecutivo como causa de las ausencias.
ABC echó de menos más banderas rojigualdas y atisbó más madrileños en las calles que otros. Sentir nacional y fervor monárquico. Tampoco vio a las víctimas del terrorismo etarra, ajenas al Bosque de los Ausentes, dedicado al 11-M.
No se sabe si la unidad nacional necesita más banderas o menos zetas en nombres augustos.
Al final, el de los palos ha sido el realizador de TVE, Javier Montemayor. Muchos han evocado a Pilar Miró, directora mítica, y el hombre se ha defendido cargando la culpa en los novios, por sosos. Razón no le debe faltar.
Para Montemayor, la escasez de planos cortos, la falta de besos, el respeto a la liturgia y la lluvia fueron los causantes de tanto sosiego y tanto sosías.
Imagen institucional manda.
La imagen institucional se quebró en cuanto el realizador sintió el aliento de la crítica. ¡Qué poco se aguanta la crítica en este país! En otros tiempos le hubieran cortado la cabeza por traidor y por no defender al heredero.
Y eso que no han traído a Rumsfeld para aplicarle la picana y Rouco sólo estuvo de ejerciente litúrgico, inmoderado y tonante, como papable eterno que es.
Para rematar, RTVE acusa a la Familia Real de los defectos de la retransmisión en un curioso rifirrafe entre los emisores y el objeto del icono más cuidado de la democracia.
Es como acusar a los torturados de Abu Ghirab de la fealdad de su suplicio.
La boda se ha acabado, ahora toca la luna de miel. Baño de multitudes controladas en Cuenca y fotos de enamorados en un puente. Paseo de multitudes para forjar la imagen de la pareja heredera.
Por cierto, ¿alguien sabe a qué tantos tenistas? ¿a qué tantos escritores de abultadas ventas? ¿y por qué tan pocos del cine (ni siquiera nuestros tres oscarizados vivos)? ¿y tan poco pintor? Ni siquiera ese divino Barceló, tan cerca del Prado y tan lejos de palacio.
¿Ya no hay pintores cortesanos en España?
Mejor, los genios no necesitan oropeles reales.
El Periódico| El enlace elevó el consumo de TV a 5 horas por persona
El Periódico| Javier Montemayor: "Todo es mejorable, pero estoy satisfecho"
La Vanguardia | ¿Le ha gustado la Boda Real?
elmundo.es | Lo que han dicho las teles
elmundo.es | La prensa del corazón saca ediciones especiales sobre la boda
ABC | Aciertos y ausencias
ABC | Carta de desajuste
GEOM | La realidad a través de la TV