Friday, February 26, 2010

Música por suscripción y móvil


La música ya no se compra: se paga por oír, como en el pago por visión tradicional, y la suscripción se impone como modelo de negocio. El problema es cuántos oyentes pagarán y a qué precio.
El coste por usuario de un servicio de streaming como Spotify o Yes.fm está entre seis o siete euros, según datos reconocidos por fuentes del sector. Servicios como Napster corroboran esa cifra de alrededor de 75 euros anuales de coste entre derechos de autor, pago a las discográficas, conectividad, promoción y gestión.
El modelo de negocio es atraer usuarios con música gratis y convertirlos en suscriptores de pago, como reconocen varios expertos. La música como marketing para convertir canciones gratis en suscripciones de pago, ingresos por servicios, de las plataformas de acceso, merchandising, conciertos, e incluso ventas de CDs y descargas legales: Negocio 360º.

Los aficionados reducen las descargas cuando la música es accesible en cualquier plataforma y desde cualquier lugar, desde el ordenador, el móvil u otros equipos portátiles.
Pero no lo suficiente para contentar a la industria y sostener el negocio.
En España el uso del P2P ha caído del 45% de los usuarios en 2006 al 26,6% en 2009, según los últimos datos del EGM. En directa relación con el aumento del streaming de música (56,9% de los internautas) o de televisión y cine (41,8%).
Cifras que se repiten en otros países y en las que debe tenerse en cuenta también el aumento de las descargas directas.

El debate es si el acceso gratis y desde cualquier aparato hace crecer el negocio. Expertos como Russ Crupnick (NPD Group) señalan que el streaming hace descender un 13% la venta de música digital. Otros responsables de la industria musical en Europa niegan esa canibalización y señalan que se produce el mismo efecto que con el criterio P2P: se escucha para elegir en streaming o en descargas y se compra la música o se va a los conciertos de los preferidos.
Es la defensa del consumidor frente a la saturación del mercado de la abundancia y las estrategias comerciales de las discográficas, las grandes perjudicadas por la crisis del negocio.
Pero todos parecen coincidir que la radio online o los servicios de recomendación que no permiten elegir qué música se escucha son más rentables: para la industria porque canibalizan menos las ventas digitales o de CD y para los usuarios porque descubren nueva oferta en lugar de consumir su música preferida y sustituir sus compras.

El negocio de la música avanza con el streaming y los móviles, además del vídeo en internet en sitios como YouTube o Vevo. El streaming y el vídeo en internet sustituyen en gran medida a la radio y a los vídeos en televisión, que se mudan también a internet como plataforma principal, especialmente entre los más jóvenes.
Por eso las discográficas y las gestoras de derechos quieren sostener el precio de los derechos digitales y no reducirlos. Hoy por cada cien canciones -en streaming o en vídeo- se paga en total alrededor de euro y medio en derechos. Y a pesar del bajo precio de cada audición, mucho menor que la vieja copia e incluso de los derechos de copia privada, si el precio es demasiado bajo no es sostenible ni para los artistas, ni para las discográficas, y tampoco para el mantenimiento de los nuevos servicios de distribución.

El resultado por ahora es que los nuevos servicios necesitan convertir más del diez por ciento de sus usuarios en suscriptores de pago. Pero además necesitan limitar el número de canciones que escuchan los usuarios gratuitamente para no perder rentabilidad por el pago de derechos con poco retorno.
La publicidad se está animando, especialmente en servicios como Spotify en Europa, pero el vídeo echa de menos más anunciantes, uno de los grandes problemas de YouTube.

Y la viralidad se cercena, como ha ocurrido en el caso de Ok Go. Muchos vídeos en internet dejan de estar disponibles para incrustarlos porque los anunciantes parecen dispuestos a invertir en las plataformas de exhibición principales, donde pueden controlar quién, cómo y cuántas veces los ven, pero no en otras webs. La publicidad controlada frente a las posibilidades de la distribución viral y su mayor poder de distribución.

Muchos músicos se quejan de lo poco que ganan con el streaming y la radio online. El efecto Lady Gaga por el reparto de los ingresos que hacen las discográficas. Pero otros reconocen que aumenta su audiencia y es el mejor medio de promoción.
El diagnóstico es que la música ambiente y accesible, en la nube, en el ordenador y los móviles, es para los consumidores más intensivos, los que están dispuestos a pagar o siguen comprando música y asistiendo a conciertos. Pero todo el mundo está a la expectativa de cuál es el umbral de supervivencia de estas nuevas formas de acceso y negocio. La audiencia para seguir disfrutando de música sin límites y de nuevos servicios, y las discográficas y los músicos para compensar los ingresos de la venta de copias de sus obras y de la difusión audiovisual (radio y televisión), el corazón del negocio por ahora.