Un mundo instantáneo e intolerablemente preciso. Móvil e interconectado. La Comisión Europea quiere abortar la profecía de Borges. Al menos que en la era de la reputación la identidad siga siendo propiedad de los ciudadanos, no de las redes, sistemas y poderes tecnológicos: empresas, gobiernos y procesadores de datos. Por eso Europa impulsa una consulta pública para el refuerzo de la protección de datos personales. Una tarea de las agencias de protección de datos que en los últimos tiempos han redoblado su vigilancia sobre las grandes empresas de internet y la comercialización de datos personales para publicidad y otros usos en la economía digital.
Dos nuevos derechos fundamentales surgen para que la era de la reputación lo sea también del consentimiento: el derecho al olvido y a la minimización de los datos.
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