Las víctimas hablaron ayer por las calles de Madrid y el Partido Popular consiguió demostrar su ansiado poder de movilización contra el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero.
El presidente reconoció hoy que debe escuchar a las víctimas y a los ciudadanos que no están de acuerdo con su política, como prometió cuando ganó las elecciones en marzo del año pasado.
Zapatero defendió que "ya nadie insulta a los manifestantes, ni lllamamos a ningún líder de pancarta". Arregla así el poco tacto de la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega tras el consejo de ministros, cuando afirmó que el gobierno no cambiaría su política, y recuerda que por ahí se perdió la sintonía del gabinete de Aznar con el electorado.
El PP mostró ayer sus mejores galas para ponerse frente al ejecutivo. José María Aznar volvió en calidad de víctima del terrorismo y ex líder de la derecha, y la gente lo ensalzó: "Presidente, presidente", título que todos los ex mantienen y que Rajoy sólo posee en el partido.
Las víctimas mostraron su dolor, su enojo, su soledad, y el gobierno debe escuchar. El PP estuvo solo. Los dos grandes partidos están muy alejados tras la muerte no oficial del pacto antiterrorista.
La ventaja es haber sumado a los demás, pero los dos principales partidos del país no deben estar enfrentados en la única bandera que debe defenderse sin fisuras: el fin del terror y del asesinato, el silencio definitivo de las armas.
Lo demás es política. Bienvenida sea, porque allí se habla y se respeta.
Zapatero mantiene su estrategia de apuestas fuertes: primero fue la retirada de Irak, luego la recuperación de otra forma de entender la sociedad y los derechos ciudadanos, la inmigración, una visión de Europa... Apuesta por la paz. Unos le llaman iluso. Otros anuncian traiciones. Otros prefieren ilusionarse con una nueva posibilidad.
Una gran parte de las víctimas no se sienten seguras y tranquilas sobre el proceso: están en contra. El principal partido de la oposición, también.
El presidente tiene dos deberes: luchar por conseguir una paz legal y democrática, y recuperar la confianza.
La oposición le debe lealtad, con toda la crítica y vigilancia necesarias para garantizar los derechos de todos y la máxima transparencia.
Es hora de estar del mismo lado: frente a los terroristas. No es necesario que todos estén de acuerdo en cada paso del proceso, pero sí sobre los límites. Y la responsabilidad para conseguir la paz es de todos.