Olvidarse de la molesta sincronización entre ordenadores, móviles o tabletas. De las contraseñas de los servicios donde guardamos fotos, textos, archivos. Llevar tu música contigo sin recordar si copiaste la última canción. Todos tus contenidos accesibles en cualquier lugar y momento desde internet. Es el paraíso de los hiperconectados que el papa Steve Jobs promete a sus más de doscientos millones de usuarios. La nube –el cloud computing, los contenidos alojados en grandes centros de datos- en el centro de la vida digital. Todo conectado y accesible al momento.
El paraíso de la ubicuidad de Apple no es nuevo. Muchas aplicaciones profesionales trabajan en la nube y han crecido los servicios para usuarios privados. Pero Apple quiere poner la nube en el centro del consumo y los contenidos digitales. Es la gran enmienda a iTunes, el modelo de descargas con el que ha reinado el primer decenio del siglo XXI. La nube será el imperio de los próximos años.
La propuesta de Apple no es única. Amazon y Google alojan libros y música de sus usuarios en la nube y Dropbox se ha convertido en una potente herramienta para acceder a cualquier archivo. Telefónica acaba de anunciar que entra en el negocio del ebook con una tienda de libros electrónicos en la nube para adelantarse a la llegada de Amazon.
Pero los grandes de los contenidos se resisten. Los dueños de la música no aceptan nuevas licencias para disponer de música ubicua y tanto el cine como la televisión mantienen el control de cada streaming y descarga.
Cuando todos los contenidos son accesibles desde cualquier dispositivo para un consumidor conectado a servidores, la propiedad pierde sentido. Los derechos de autor y de los consumidores necesitan una redefinición cuando los contenidos no se poseen, simplemente se usa una licencia –privada, profesional o comercial- para escuchar, ver o leer, como en el pago por visión. Esas licencias son la base de la gestión de la nube de Apple, no los archivos. La Comisión Europea empuja un mercado único sin freno a la nube en las fronteras. Los dueños de los contenidos no pueden parar la extensión del mundo digital.
Columna en los medios de Vocento