Cuando Quevedo se adentró en una galería del infierno la encontró poblada de reyes y príncipes, tan vivos allí como muertas sus monarquías en la tierra. “Miré por los españoles y no ví corona ninguna; quedé contentísimo”. Censura. A los censores no les gustó la ironía de don Francisco en su Sueño del Infierno como no le han gustado al rey Juan Carlos los rumores sobre su salud. Censura. La Casa Real, siempre eficiente con sus barreras dócilmente acatadas, ha prohibido a los periodistas acudir a algunos actos del rey y el príncipe. Sólo gráficos, dicen, negando su condición de periodistas. Imagen, no palabras ni hechos.
Mala decisión. El rey y su casa merecen un sello negativo como el que las asociaciones de periodistas quieren crear para los políticos y las instituciones que recortan el derecho a la información de los ciudadanos. #sinpreguntasnocobertura también para la monarquía.
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